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Es una actividad que nos gusta mucho a los paraguayos. Nos hacen desfilar desde pequeños hasta viejos. Con los festejos del Bicentenario en el 2011 volvieron en auge. Militares y policías, reservistas y estudiantes, estos últimos encabezados por docentes, en todo el país, mostraron “su gallardía” en honor a la patria, como vociferaría el animador.
Sobre la avenida Mcal. López (Asunción) después de años retornaba la parada marcial con una concurrencia multitudinaria. El pueblo y los más encumbrados estaban allí. Los militares pintaron sus viejos tanques y acondicionaron sus vetustos aviones para impresionar. Los policías mostraron sus novedosos uniformes de camuflaje y sus rifles con miras láser. Los reservistas practicaron semanas.
Durante el stronismo los desfiles tenían gran importancia. Las marchas estudiantiles por alguna recordación histórica que se producían en la calle Palma eran las más apreciadas. Para muchos del llano, ese evento era la oportunidad para admirar las beldades de los colegios chuchis. Este año los estudiantes no participan del desfile por el 14 de Mayo porque ya no hubo tiempo para coordinar con los militares y policías por la rebelión en las escuelas y colegios. Otra consecuencia positiva de esta histórica movilización.
Dada la tradición marcial que tenemos, no proponemos suprimir los desfiles. Pero centrar en esta actividad simple, vacía, maquinal y vanidosa nuestro espíritu festivo y lúdico en los días que recordamos las gestas de nuestra patria habla mucho y mal de nosotros. Es un indicador de nuestra estrechez cultural como sociedad. ¿Por qué no gastar dinero y tiempo en ofrecer mayores oportunidades de expresión artística y deportiva a los jóvenes para honrar a la patria? Con los desfiles los jóvenes no serán más patriotas.
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