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Como corresponde a sus altas funciones, los diputados bloquearon la posibilidad de que la gente se inscriba en el registro electoral automáticamente. Esta cuestión que parece de una lógica básica no lo es para ellos por una razón muy sencilla: inscribir a la gente les redunda en operadores atados a sus proyectos políticos. Es una migaja, de la última, pero migaja al fin. Es lo que queda para los pobres e hijos de gente acomodada como un extrita para el combustible como lo asumiera la sobrina del intendente luqueño César Bría. Este asunto se inscribe dentro de varios otros aspectos que mantienen el sistema político bloqueado, con prebenda, por un lado, para los pobres, y tráfico y cero molestias de impuestos directos para los grandes. En esta cláusula de atar el voto de los pobres a los operadores rentados se inscribe igualmente la negativa reiterada, aún constitucional, de que los paraguayos en el exterior voten. El voto de miles de paraguayos en el exterior podría eventualmente volcar elecciones en dirección extraña, tal vez menos manejable, para los caciques electorales.
La historia no queda allí. En el presupuesto nacional casi toda la plata se encuentra en el área administrativa, burocrática, de modo que los jefes, directivos y otros caciques puedan atar lealtades de los trabajadores, con algún viático, un cursito de formación, un viajecito, un seguro privado en Santa Clara, en el Migone, una beca universitaria en cualquier universidad privada, en tanto que todos los rubros de inversión están vaciados o, en muchos casos, atados a financiamiento externo, imposibilitándose al Estado paraguayo tener autonomía en el desarrollo de las políticas públicas.
Si se invirtiera esa ponchada de dinero que se gasta en las becas a universidades privadas en la universidad nacional o se ensanchara el seguro público, claro está que se liberaría una cantidad de fuerzas de la población que hoy están atadas a la imposibilidad.
Así como están las cosas toda la voluntad del pueblo y sus reivindicaciones están encorsetadas por los intereses de distintos caciques que mantienen el sistema atado a sus mezquinos intereses y completamente funcionales a sus patrones oligárquicos. Así como por lógica mínima no se entiende por qué la gente no se inscribe automáticamente a partir de los 18 años, así también, por lógica ingenua es inexplicable que no tengamos en el país impuestos a la renta personal, a la carne, a la soja, o que los diputados sean los que habiliten universidades privadas, con dictámenes inocuos. Hay varias cosas que obstruyen la liberación de la fuerza social en nuestro país, atándose a los pobres a la maquinaria electoral, funcional al modelo económico recesivo, extractivo, mezquino, donde un director de Itaipú gana 60 millones, los consejeros otros tantos o los directivos de varias instituciones públicas gratificaciones millonarias. Parecen cosas distintas, pero no lo son. La tarea nuestra es forzar en todas las direcciones el desbloqueo de este sistema criminal.
La historia no queda allí. En el presupuesto nacional casi toda la plata se encuentra en el área administrativa, burocrática, de modo que los jefes, directivos y otros caciques puedan atar lealtades de los trabajadores, con algún viático, un cursito de formación, un viajecito, un seguro privado en Santa Clara, en el Migone, una beca universitaria en cualquier universidad privada, en tanto que todos los rubros de inversión están vaciados o, en muchos casos, atados a financiamiento externo, imposibilitándose al Estado paraguayo tener autonomía en el desarrollo de las políticas públicas.
Si se invirtiera esa ponchada de dinero que se gasta en las becas a universidades privadas en la universidad nacional o se ensanchara el seguro público, claro está que se liberaría una cantidad de fuerzas de la población que hoy están atadas a la imposibilidad.
Así como están las cosas toda la voluntad del pueblo y sus reivindicaciones están encorsetadas por los intereses de distintos caciques que mantienen el sistema atado a sus mezquinos intereses y completamente funcionales a sus patrones oligárquicos. Así como por lógica mínima no se entiende por qué la gente no se inscribe automáticamente a partir de los 18 años, así también, por lógica ingenua es inexplicable que no tengamos en el país impuestos a la renta personal, a la carne, a la soja, o que los diputados sean los que habiliten universidades privadas, con dictámenes inocuos. Hay varias cosas que obstruyen la liberación de la fuerza social en nuestro país, atándose a los pobres a la maquinaria electoral, funcional al modelo económico recesivo, extractivo, mezquino, donde un director de Itaipú gana 60 millones, los consejeros otros tantos o los directivos de varias instituciones públicas gratificaciones millonarias. Parecen cosas distintas, pero no lo son. La tarea nuestra es forzar en todas las direcciones el desbloqueo de este sistema criminal.