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Del libro “La política en el siglo XXI, arte, mito y ciencia” de Jaime Durán Barba y Santiago Nieto.
Los autores agregan que muchos dirigentes consideran tener conocimientos privilegiados que les permiten manipular a los demás, a raíz de lo cual conciben la política como un enfrentamiento entre iluminados en el que la gente común es apenas un objeto inerte.
Es evidente que la aseveración de Durán y Nieto no tiende a justificar el prebendarismo electoral (mi voto a cambio de favores) sino de contrarrestar el modelo de un liderazgo antiguo basado en la supuesta superioridad del candidato en relación al promedio educativo y cultural del electorado con un modelo de liderazgo basado en la eficiencia de la gestión, entendido esto como la capacidad de una persona y su equipo político de hacer realidad el ideal de mucha gente de acceder a mayor comodidad, bienestar y prosperidad.
La afirmación señalada no debería usarse como justificativo de favores a cambio de sufragios y menos aún de la compra de votos. El hecho de que muchos compatriotas utilicen actualmente la palabra en guaraní oiko o ndoikói (sirve o no sirve) para evaluar a los candidatos, según le solucionen o no problemas tales como pago de boletas de servicios públicos, gestión de documentos o trabajo para el hijo o parientes, no es aplicable en este caso.
Rescatamos, por ende, que el perfil correcto de un líder político de hoy ya nada tiene que ver con la supuesta superioridad del mismo con respecto a los demás sino con lo que es capaz de ofrecer a la solución de los problemas de la gente. Estos problemas o necesidades de la gente deberían tener relación con el interés general, sin importar que sea de nivel local, regional o nacional, pero que representan obstáculos comunes, imposibles de ser removidos individualmente.
Esto supone que el elector deberá insistir en separar su interés personal del interés colectivo para formular sus exigencias a los candidatos propuestos y no persistir en la actitud mendicante de ofrecer la venta de su voto al mejor postor, cristalizando con esa actitud el clientelismo perjudicial para el desarrollo democrático.
Se trata, en cambio, de saber (estar convencido) de lo que es necesario y será bueno para todos y asegurarse de que ese algo necesario y bueno figure en el compromiso del candidato que busca su voto. ¿Por qué es necesario asegurarse de ello? porque usted necesitará un elemento tangible para controlar y reclamar su cumplimiento. De la factibilidad de su proyecto y de la percepción que tenga de si le servirá o no su candidato se trata la racionalidad e inteligencia que se espera del elector de hoy en día, muy contrario al de antes que confiaba ciegamente en la superioridad del candidato capaz de saberlo por sí solo.
Estimado/a elector/a. ¿Ya tiene usted decidido qué exigirá que haga el candidato/a a quien piensa apoyar y cómo hará para que él o ella cumpla con usted? Recuerde que si no, forma parte del perfil de un elector desfasado que todavía sigue creyendo en soluciones mágicas de los problemas reales.
ebritez@abc.com.py