Cargando...
Comencemos por la prudencia, que es la capacidad de discernir lo bueno de lo malo. Poseer y demostrar sensatez, cordura e inteligencia. La persona prudente es muy cauta y cuidadosa en emitir opiniones. Piensa varias veces antes de abrir la boca y no va por el mundo llevando y trayendo chismes para destruir al prójimo. No actúa con maledicencia y no tiene intenciones de dañar ni lastimar a nadie. Es alguien que tiene buenos pensamientos y se comporta correctamente. Es muy difícil encontrar hoy día un individuo prudente, porque con los medios de comunicación existentes, nos damos cuenta cómo se denigra la gente, una a otra, sacando los trapos sucios al sol, de las formas más perversas. Y entre los políticos, ni qué decir, ya que basan sus triunfos sobre los fracasos de sus contrincantes. A la mente morbosa de los demás, esto viene anillo al dedo, pues están expectantes, a ver quién dice cosas peores o más agraviantes.
En segundo lugar está la justicia, que es dar a cada cual lo que le pertenece. Son sus sinónimos, la equidad, la razón y el derecho. Como podemos apreciar, de todas las virtudes, es quizás, la más escasa, porque desde que el mundo es mundo, existen muchas injusticias. Mentir, engañar, robar, estafar, sobornar, coimear, matar, violar, agredir, violentar, avasallar, abusar, delinquir, pervertir, explotar y falsificar. Cuántos vocablos figuran en el diccionario relacionados con la injusticia. Y esto lo saben muy bien fiscales, abogados y jueces, que trabajan en los casos vinculados a estos temas. No existe la justicia pronta ni barata, menos para el pobre, débil e indefenso. Manda el dinero y aquí vemos la verdadera injusticia.
Ni hablar de la falta de salud, trabajo, educación, seguridad y viviendas. Son injusticias, porque unos cuantos roban las arcas del Estado, se apropian de los bienes del pueblo. El enriquecimiento ilícito es un delito y también es injusticia.
Podríamos referirnos a la gran inequidad social y económica y la mala distribución de la riqueza. En fin, el tema no se agotaría nunca si nos explayamos sobre el punto. Por algo, se la representa a la Diosa Astrea, con los ojos vendados sosteniendo la balanza de la justicia.
De la templanza diremos que es el poder de mantener la calma y la serenidad. Ante las situaciones más adversas y difíciles es lo que más hace falta esta virtud. Pero somos muy frágiles y vulnerables que ante el menor peligro nos asustamos y perdemos el equilibro mental y emocional. Quien tiene templanza, tiene carácter, firmeza y personalidad. Demuestra valentía y coraje, sin ser un intrépido. Al contrario, la templanza le ayuda a solucionar correctamente las dificultades. Hoy día nos comportamos como desquiciados y dementes, perdiendo totalmente el dominio y dando rienda suelta a lo peor que llevamos dentro: la ira, la desconsideración, el odio, el rencor y la violencia. Todo, porque no desarrollamos la paciencia y la tolerancia. No tenemos misericordia ni por nosotros mismos y ni por los demás. Finalmente está la fortaleza, que es una cualidad admirable. Es el vigor y la fuerza espiritual que nos permite aceptar todas las situaciones malas de la vida. Los dolores, fracasos y muertes de seres queridos, con cristiana resignación y continuando en la lucha.
Qué maravillosas son estas virtudes que son poderes que pueden obrar milagros en la vida diaria. Ojalá las recordemos y podamos practicar con más frecuencia. Las cosas, mejorarían, sin lugar a dudas.
blila.gayoso@hotmail.com