Las plagas de Asunción

Desde su misma fundación, la Madre de Ciudades debió soportar innumerables calamidades y lidiar con cuanta plaga podría aparecer. Tal era el acecho que lleva a suponer que aquello habrá sido como luchar contra las bíblicas plagas de Egipto, sobre todo cuando ocurrió la primera gran calamidad; una invasión de langostas.

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En el mismo año de fundación, en 1537, “vino tantas langostas que el sol oscurecía y cubría toda la tierra y la destruyó, que no dejó cosa verde en ella...”, según un cronista de la época citado por Alcibiades González Delvalle.

Otra de las más dañinas siguen siendo las termitas. Incontables iglesias, casas coloniales y otros edificios públicos de antaño se vinieron abajo por el destructor efecto de estos insectos invisibles que terminaban por convertir el maderamen en una esponja. Felizmente, parte del patrimonio pudo ser salvado, aunque cada tanto volvían los kupi’i. La Casa de la Independencia ha sido víctima en varias ocasiones. El mismo Palacio de López en su ala oeste es una “torta de kupi’i” como se vio durante el reacondicionamiento del ala opuesta en el 2013.

En 1972 un reportaje de ABC Color da cuenta de que “las Naciones Unidas acaban de lanzar una alerta roja. La tierra está amenazada de una invasión sin paralelo en su historia (…) Cuando estos ejércitos blancos se movilizan dejan una huella de devastación por donde pasan destrozando casas, edificios y tesoros de arte”.

Otra reverenda plaga lo constituyeron los ihsaú o akeke (sic), hormigas cortadoras. Dejaban peladas las plazas y jardines de la ciudad y excavaban sus hormigueros que hacían montículos por doquier. En 1919, según la Memoria presentada por el intendente Albino Mernes, por ejemplo la Plaza Uruguaya era una mina de estos insectos, por lo que la Comuna debía destinar cuantiosos recursos y personal para el combate.

Publicaciones de nuestro diario de los años sesenta y setenta rescatan todo un programa encarado por el Ministerio de Agricultura y Ganadería y la Universidad Nacional de Asunción para luchar contra las voraces hormigas.

Y cuando la ciudad fue ampliando su ejido urbano empezó una verdadera “guerra a los roedores”, para el vulgo, ratas: “Ocho mil ratas aproximadamente han muerto a la fecha como consecuencia de la implacable campaña de exterminio realizada por funcionarios del departamento de Salubridad y Química de la Municipalidad de Asunción” dice ABC Color en su edición de 12 de setiembre de 1967.

Agrega que “un promedio de doscientas cajas de sebo tóxico (raticida) son utilizadas en el programa de aniquilamiento. Los roedores son perseguidos sin tregua palmo a palmo, calle por calle y manzana por manzana”.

El centro vital de la batalla, según la crónica, era el Mercado 4 entonces más conocido como “Dos Bocas”, donde estos animales establecieron toda una ciudad subterránea. Una prueba de ello fue que al abrir las calles adyacentes para afirmar la base de su pavimentación se encontraron gigantescas madrigueras, nada menos que debajo del asfalto.

(Continuará...)

pgomez@abc.com.py

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