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Han sido como un bálsamo que quedarán grabadas perfumando la memoria de los paraguayos de aquí y de los que han emigrado.
En medio de tanta corrupción, tantas mentiras, tantas promesas incumplidas de los gobernantes y autoridades, de tantos engaños y tantas burlas de los políticos, de tanto peculado de los funcionarios públicos, de tanta inseguridad campeante, de tantas carencias, nos cayeron del cielo como un alivio, un hálito fresco de optimismo.
Durante toda su estadía, el papa Francisco solo ha dicho palabras llenas de poder, ha pronunciado verdaderos florilegios de vigor curativo y frases “milagrosas” que alientan a seguir adelante contra viento y marea:
“Un pueblo que no mantiene vivas sus preocupaciones, un pueblo que vive en la inercia de la aceptación pasiva, es un pueblo muerto. Por el contrario, veo en ustedes la savia de una vida que corre y que quiere germinar”, dijo en el mismo Palacio de López.
Otra frase que vino a caer en el lugar indicado y en el momento preciso es que: “El diálogo en un país es el amor a la Patria” y, cómo no, aquella que dice que “una justicia nítida y clara, eso nos va a ayudar a todos”.
El Pontífice nos hizo ver lo más preciado que tenemos: “No es difícil sentirse en casa en esta tierra tan acogedora. Paraguay es conocido como el corazón de América y no solo por la posición geográfica, sino también por el calor de la hospitalidad y cercanía de su gente”.
“Es admirable el tesón y el espíritu de superación del pueblo paraguayo para rehacerse ante tanta adversidad y seguir esforzándose por construir una nación próspera y en paz”.
“El chantaje siempre es corrupción, el chantaje es la polilla, es la gangrena de un pueblo”; “No coimeen al referi”; “Hagan lío pero organícenlo bien, hagan lío que nos dé un corazón libre, que nos dé solidaridad y esperanza”... Enumerar todas daría para un libro.
Cómo no hacer sitio en unas líneas para agregar lo que tanto repitió: “La mujer paraguaya, la más gloriosa de América”.
El milagro de las frases de Francisco no está en que sean sobrenaturales, sino precisamente en que reflejan con sencillez la pura realidad de lo que el pueblo paraguayo necesita. Además tiene autoridad para pronunciarlas. Otra cosa sería en boca de los políticos, que seguramente mantendrán los selfies, pero muy pronto se olvidarán de los consejos papales.
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