La vida después de la vida

Está no solamente demostrado sino comprobado, aseverado y garantizado científicamente, que LA MUERTE CEREBRAL es algo irreversible. Eso, aunque duela, cueste decirlo y reconocerlo, ES MUERTE. ¡¡¡TOTAL Y ABSOLUTA MUERTE!!!

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Para llegar a ese crucial diagnóstico, desde luego deben cumplirse una serie de requisitos y parámetros, como ser: exhaustivo y completo examen del paciente, de su estado, de sus reacciones y reflejos, exámenes laboratoriales, exámenes con toda la aparatología necesaria, que determinen con exactitud la presencia o no de actividad cerebral.

Cuando el cerebro todavía funciona o tiene cierta actividad, los demás integrantes del organismo siguen recibiendo códigos o indicaciones del mismo. Pero cuando ya está sin actividad, cuando los reflejos cerebrales son nulos y cuando la línea del electroencefalograma sea plana y continua, es cuestión de tiempo para que los órganos, aparatos y sistemas dejen de funcionar.

“La esperanza es lo último que se pierde” y “los milagros existen” dicen, pero estoy seguro, que en estos casos, no hay esperanza ni milagro que valgan.

La esperanza sí que la tiene un gran número de seres humanos que sobreviven con sus graves patologías y dolencias a cuestas, esperando ansiosos el milagro y la única oportunidad de vida que significa la humanitaria decisión de los familiares del paciente con MUERTE CEREBRAL, QUE A PESAR DE TENER TODAVÍA UN CORAZÓN LATIENDO, ya no tiene retorno. Porque la realidad es esa: aunque la persona haya manifestado en vida su intención de ser donante, nuestra incompleta legislación da lugar a que sea la decisión de los familiares la que prime en último caso.

¿Llegamos a pensar, alguna vez, la cantidad de personas que fallecen o que están esperando el milagro, no de recuperación de la MUERTE CEREBRAL, sino de una decisión de donar los órganos, que pudiendo servir para prolongar otras vidas se desperdicien en forma ilógica?

El corazón necesita estar todavía con actividad y capacidad eléctrica para que su trasplante sea útil. Los riñones, páncreas y otros órganos, tienen un reducido periodo de tiempo para que puedan volver a funcionar en sus nuevos huéspedes. Pero el ejemplo de LAS CÓRNEAS, es lamentable.

Tenemos a cientos de invidentes que pueden recuperar la visión con un simple cambio de CÓRNEAS.

Y las CÓRNEAS, señoras y señores, son dos delgadas capas de tejidos trasparentes que recubren los ojos y pueden ser extraídas de las personas fallecidas HASTA SEIS HORAS DESPUÉS DE SU DECESO. ¿Cuál sería entonces la razón que impida que todos ayudemos a nuestros semejantes a recuperar la visión que a nosotros tanto nos sirvió?

¿Cuál sería la razón para que les neguemos a tantas personas e que sigan teniendo vida o visión a partir de nuestra muerte? ¿No podemos pensar, acaso, que nosotros o parte de nosotros, puedan seguir latiendo y cumpliendo funciones vitales, prolongando de cierta forma nuestra propia existencia?

Soy católico, creo en DIOS, el que dio su vida por todos nosotros, pero no estoy de acuerdo, con creencia alguna que contraindique las donaciones de órganos.

¿Cuándo vamos a darnos cuenta del privilegio que tenemos de ser un poco semejantes AL HACEDOR, “DANDO VIDA A NUESTROS SEMEJANTES”?

¿Cuándo vamos a aprender lo que nos enseñó hace mas de 2.000 años: HACER EL BIEN SIN MIRAR A QUIÉN”?

mayansjose@hotmail.com

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