La rigidez del sistema educativo

En tiempos de dictadura es normal, desgraciadamente, que los sistemas educativos sean rígidos y además de rígidos totalitariamente impuestos. Es lo que todavía sucede en Cuba y a lo que se sienten tentados sus amigos Hugo Chávez y Evo Morales. Pero ¿se puede construir democracia con un sistema educativo rígido, exigido con rigor y controlado hasta nimiedades?

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Creo que nuestro sistema educativo es extremadamente rígido, nada o casi nada flexible y cerrado a las iniciativas de cambio, si éstas no surgen del mismo Ministerio de Educación y Cultura. La rigidez dificulta la innovación. Le podemos preguntar qué les ha pasado a algunos colegios privados que han querido experimentar otros modos de plantear el curriculum y los procesos educativos.
Ante este hecho cabe preguntarse con Juana María Sancho "¿cómo habrían evolucionado la industria y el comercio si todas las empresas tuvieran que seguir la misma estructura horaria, organizativa y utilizar los mismos recursos? ¿Cómo hubiese avanzado la medicina si cuando un equipo médico utilizara una nueva técnica o recurso, se le impidiera porque ESTA EXPERIMENTANDO CON SUS PACIENTES? ¿Dónde estaría la construcción si todas las edificaciones tuvieran que seguir el mismo esquema? ¿Cómo reaccionarían las empresas si se les evaluase por resultados, para los que no les han facilitado los recursos?" (2001, 76).

Esta rigidez paralizante, bloqueadora de la creatividad, está ya internalizada en los educadores, quienes difícilmente se animarán a innovar por temor al riesgo de salirse de lo mandado por el Ministerio y al control de supervisoras y supervisores.
Sucede que el nuevo diseño curricular de la reforma deja espacios para la pertinencia, es decir, para la propuesta y elaboración de un porcentaje curricular elaborado localmente, pero esa rigidez internalizada dificulta la originalidad y en la mayoría de las instituciones, los profesores prefieren copiar el modelo, incluso de los programas de las disciplinas, que el Ministerio ha presentado solamente como ejemplo para orientar y facilitar la producción local.

Igualmente y por razones de inercia, la rigidez también se ha instalado en la mentalidad de muchos padres y madres, que se asustan si sus hijos no llevan a sus casas los cuadernos como ellos los llevaban cuando eran escolares.

La rigidez es tan contagiosa que contamina también las mentes de los educadores. Todavía hay muchos profesores y profesoras, probablemente la mayoría muy abultada, que están convencidos de que la mejor manera de capacitar a los niños y niñas para la vida es enseñarles "las cosas como son" y como está dicho y escrito desde siempre, en vez de posibilitarles que puedan verlas y definirlas "de otra manera".
Se deja muy poco espacio a la inteligencia y a la creatividad. Caricaturizando la situación, podríamos decir como nos dijo el profesor Juan Ignacio Pozo, que "los profesores transfieren conocimientos a los alumnos sin que pasen por la mente de ninguno de los dos".

Edgar Morin dice que "es necesario saber comenzar y el comienzo no puede ser más que desviado y marginal. La universidad moderna, que ha roto con la universidad medieval, nació a principios del siglo XIX en Berlín, capital de una pequeña nación periférica, Prusia. Se extendió después por Europa y el mundo. Es a esta a la que hay que reformar ahora. Y la reforma comenzará también de modo periférico y marginal. Como siempre la iniciativa no puede venir más que de una minoría, al principio incomprendida, a veces perseguida. Después se opera la diseminación de la idea que, al difundirse, se convierte en una fuerza activa" (2000,131).

Hay quienes justifican la rigidez diciendo que si se deja libertad y flexibilidad esto sería una anarquía. Por supuesto que la anarquía no es deseable, pero entre la rigidez y la anarquía está la posibilidad deseada de promover y proteger los derechos de los ciudadanos, la justa libertad de educación y la democracia.


jmontero@conexion.com.py
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