La política y la inseguridad en la sociedad

La sociedad nació con la aproximación del hombre y la mujer. Ellos originaron la asociación más antigua llamada familia. Luego las familias se asociaron para formar la aldea y cuando las aldeas se unieron, constituyeron el Estado. Es ahí donde verificaron, más plenamente aun, que la convivencia entre los seres humanos no era fácil ni simple. Por eso, habría que organizar la sociedad; principalmente para defenderla contra las agresiones. De esta manera, desde un principio, el núcleo central de la organización del Estado fue la defensa y la seguridad.

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Ante los problemas planteados a la convivencia colectiva en la sociedad, nació la política, que es un arte y, a su vez, la más antigua de las ciencias sociales. También, desde sus orígenes, el fin de la política fue el bien común porque busca proveer a los ciudadanos el mayor bienestar posible. Por eso, la base de la sociedad ha sido siempre la justicia; siendo esta utilidad general, el mayor bien de la política. La falta de seguridad, de justicia e igualdad, siempre fueron problemas sociales prioritarios para los políticos, y ante la necesidad de responder a estos problemas, fueron probados a través del tiempo, diferentes sistemas de gobierno.

En el Paraguay, en 1989 se engendró un sistema de gobierno democrático mediante un golpe de estado que derrocó a un sistema de gobierno dictatorial. Esta democracia engendrada “in vitro” va a cumplir el 2 y 3 de febrero 28 años de vida. Lastimosamente, hasta ahora está llena de imperfecciones y sigue profundamente lesionada por la inseguridad y la corrupción; siendo el pobre cumplimiento de la ley, su peor debilidad. Como bien decía Fernando Enrique Cardozo: “Producimos leyes para todo, pero menos para cumplirlas”. Este bajo compromiso con el cumplimiento de la ley se encuentra fuertemente asociado a la inseguridad pública en el Paraguay, donde las amenazas para el Estado ya no provienen tanto de factores externos sino de factores internos como el narcotráfico, el terrorismo y otros crímenes violentos que no son castigados ejemplarmente. Bajo estas amenazas del presente, un Estado moderno es prácticamente impensable; a menos que un gobierno convierta la seguridad en una prioridad absoluta. Decididamente, nuestra democracia no ha llenado las expectativas de una población eternamente relegada en sus aspiraciones de un mayor bienestar. Es importante, sin embargo, recordar que la democracia por sí misma no produce gobiernos eficaces, talentosos y creativos; mucho menos, desarrollo económico. Lo que sí produce es un gobierno elegido libremente, por un tiempo bien definido por la ley y la posibilidad de cambiarlo sin necesidad de recurrir a métodos violentos. También produce libertades públicas, así como derechos y garantías ciudadanas. El desarrollo económico es fruto de la inversión y la productividad, y para que haya inversión y productividad se necesita antes que nada, gobiernos propicios, los cuales no siempre necesitan ser democráticos. Basta con citar a China; que sin ser una democracia, está deslumbrando al mundo con su eficacia productiva, su desarrollo económico y su nivel de educación. Pero “a la democracia no hay que juzgarla por lo que no puede dar sino por lo que da”, según decía Felipe González.

Nosotros hemos engendrado en el Paraguay una democracia infectada de políticos irresponsables y oportunistas, y tenemos, a su vez, ciudadanos de baja intensidad, olvidadizos de sus malas elecciones desde 1989 y quienes actualmente están muy degradados en sus principios. Tenemos en suma, “una democracia sin demócratas”, como decía Giuliano Amato al referirse a sociedades como la nuestra en que no hay participación responsable ni de los políticos ni de los ciudadanos; a pesar de contar con los mecanismos institucionales para hacerlo.

Por eso es que la alternancia solamente no basta en nuestro país. Necesitamos antes que nada, individuos capaces de dar una mayor dirección y sentido a la política; poniendo los intereses de la nación por encima de los intereses individuales y de grupos. Para tener ese gobernante propicio, es necesario que la gran mayoría silenciosa, refugiada en el anonimato y en la comodidad de nuestras libertades, decidamos salir de nuestro refugio; decididos a contribuir y participar en el bienestar de nuestro país. Es mi desafío y tu desafío, no ser meros espectadores de lo que nos pasa, y animarnos en la búsqueda del bien para que el Paraguay sea un lugar maravilloso para las generaciones venideras.

victor2343@gmail.com

(*) Médico especialista diplomado del Consejo Americano de Psiquiatría y Neurología.

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