La paz sea contigo

¡Qué hermoso deseo en vísperas de la Navidad: la paz sea contigo! Desde hace cuántos siglos la humanidad anhela la paz como una de sus metas prioritarias, pero ella se mantiene esquiva, difícil de consolidar y es permanentemente atacada por quienes incitan al odio, a la violencia, a los enfrentamientos armados entre hermanos de una misma tierra o de diferentes naciones.

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Viene al caso otra frase que no por repetida deja de tener un profundo significado y una gran verdad: la paz es fruto de la justicia. Pocas veces pensamos en lo que significa realmente esta expresión: la paz solo puede florecer y consolidarse cuando la estructura socioeconómica y política de una sociedad está basada en la justicia.

También el concepto de justicia debe ser bien entendido. Ella no consiste simplemente en dar a  cada uno lo suyo sino en dar a cada persona lo que le corresponde para vivir dignamente. No puede haber paz genuina y duradera si una elite de la población monopoliza la mayor parte de la riqueza, en tanto los mayoritarios sectores populares deben sobrevivir en la pobreza.

Una sociedad justa es aquella en la cual todos sus hijos tienen similares oportunidades para estudiar, trabajar, cuidar su salud, contar con una vivienda y poder realizarse como personas dignas. Así dicho, no parece gran cosa ni una meta inalcanzable. Pero…, en la práctica, la justicia social es bastante difícil de concretar.

Nuestra sociedad sufre muchas situaciones de violencia que están instaladas en las estructuras socioeconómicas, políticas y culturales. La falta de debida atención médica perinatal, la desnutrición en la infancia, la alta deserción en las instituciones escolares, los jóvenes que no pueden estudiar ni trabajar formalmente, la situación de marginalidad de muchas familias, el desempleo abierto o disfrazado, la carencia de seguro social, etc. son claros indicadores de que hay una población sistemáticamente excluida y dejada fuera del sistema productivo nacional.

Los excluidos sociales no se llevan bien con la paz; su condición marginal les induce con frecuencia a incursionar en actividades al margen de la ley, empezando con hurtos menores y luego metiéndose en acciones ilícitas de mayor gravedad. Así, desde la adolescencia, los excluidos empiezan a tener problemas con la ley, entrando y saliendo de las comisarías y de las cárceles.

Algunos grupos carenciados, particularmente campesinos, se ven tentados a apropiarse con violencia de lo ajeno. Con la cruel convicción de que no tienen nada que perder, invaden propiedades, cortan rutas, tiran piedras a los policías y congresistas o se asocian a políticos corruptos para robar al Estado.

La paz ideal solo es posible entre iguales, entre personas que se respetan mutuamente. Por eso, antes de entonar villancicos de Nochebuena, cabe expresar al menos el deseo de que la paz, alguna vez, sea también para los presos, los mendigos, los indígenas deambulantes, los niños y niñas de la calle, los drogadictos, los travestis, etc. Mal que nos pese, ellos también son nuestros hermanos y como personas tienen derecho a una mejor vida.

ilde@abc.com.py

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