La Palabra se hizo carne

Celebramos la Navidad, que es el cumpleaños de Jesucristo, y esto nos lleva a una de las revelaciones más profundas de la historia humana y a una verdad que nos llena de inquebrantable esperanza.

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San Juan dice claramente: “La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros”, lo que significa que el Verbo de Dios vino a vivir nuestra vida, asumió nuestras costumbres, se alimentó como nosotros, en fin, se hizo en todo igual al ser humano, excepto en el pecado, que es el desprecio de Dios.

Pero atendamos a lo que el evangelista asegura un poco antes: “Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios y la Palabra era Dios”. La afirmación es categórica: la Palabra era Dios, y justamente porque Él tomó la naturaleza humana para unirla a la naturaleza divina, que se realiza nuestra redención.

La causa de nuestra salvación es la compasión y generosidad de Dios y jamás nuestras eventuales buenas obras.

Por eso que nosotros, católicos, tenemos la felicidad de rezar en nuestro Credo, refiriéndose a Jesucristo: “Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre”.

Así, celebrar la Navidad es celebrar la venida de la segunda Persona de la Santísima Trinidad a nuestro mundo. Es una fiesta gigantesca, solo comparable a la Resurrección de este mismo Verbo de Dios: es un regalo inmenso del Padre, como prueba inequívoca de su amor.

Delante de esa realidad que supera toda imaginación humana debemos tomar una actitud: seguir humildemente al Niño que nace en el pesebre, o desecharlo, para conformarse con los ídolos del mundo, que tarde o temprano muestran lo que son: feroces tiranos, que descuartizan sus víctimas para poseer sus bienes.

Ojalá que este día lleno de emociones y este clima navideño les impulse a un cambio sustancial de comportamientos, a partir del ejemplo de la Palabra que se hizo carne. Será coherente volverse menos orgulloso y retobado, pues Él se despoja de su condición para caminar con nosotros. Asimismo, entender la maravilla que es la sencillez de vida, pues de esto nos habla el pesebre y, por ello, no estar tan pendiente de modas y de fingidos aplausos.

Para terminar, en nombre de los Hermanos Capuchinos, del equipo de “Gotas de Paz” y de todo el personal de ABC Color, quiero desearles una bendita Navidad y que nuestro corazón se transforme en un pesebre, en donde el Niño Jesús, que es la Palabra de Dios, pueda nacer y crecer.

Paz y bien.

hnojoemar@gmail.com

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