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Al igual que el presidente venezolano Hugo Chávez y su sucesor Nicolás Maduro, Evo Morales de Bolivia y otros líderes populistas latinoamericanos, López Obrador habla constantemente sobre los héroes del pasado.
En sus discursos, López Obrador jura solemnemente seguir los pasos de los presidentes Benito Juárez (1806-1872), Francisco Madero (1873-1913) y Lázaro Cárdenas (1895-1970), el hombre que nacionalizó la industria petrolera de México.
En sus conferencias de prensa diarias, López Obrador habla delante de una enorme pancarta con las imágenes de sus héroes históricos favoritos. Eso mismo hacía Chávez, cuando le hablaba al país frente a un retrato gigante del libertador Simón Bolívar.
En contraste, López Obrador rara vez habla sobre ciencia, tecnología, innovación, educación de calidad u otros temas del futuro, que son clave para que México pueda ser competitivo en la economía global, crezca y reduzca la pobreza.
Durante una visita a México esta semana, me sorprendió ver que todo el país estaba debatiendo la demanda de López Obrador de que España ofrezca una disculpa pública a los pueblos originarios de México, con motivo del 500 aniversario de la llegada del conquistador Hernán Cortés a México. Chávez había hecho previamente una solicitud similar en 2008, y Maduro en 2017.
El propio López Obrador colocó este tema en las primeras planas cuando reveló en un video que había enviado cartas el 1 de marzo al rey Felipe VI de España y al papa Francisco, pidiéndoles que se disculparan con los mexicanos “por las violaciones a lo que ahora se conoce como derechos humanos”.
El gobierno español respondió que “rechaza con toda firmeza” la demanda de López Obrador. España es una de las mayores fuentes de inversión extranjera en México.
Los políticos e intelectuales mexicanos están ahora enfrascados en una agria disputa sobre la demanda de López Obrador.
Los partidarios del presidente argumentan que muchos países se han disculpado por errores pasados, entre ellos Alemania por el Holocausto y, más recientemente, Francia por sus atrocidades durante la guerra de Argelia.
Los críticos de López Obrador responden que reabrir viejas heridas no sirve para nada. Y preguntan en tono de broma si, por la misma lógica, no se debería pedir a los descendientes de los aztecas que se disculpen por las tribus indígenas que masacraron los aztecas antes de la llegada de Cortés.
Lo más preocupante de todo esto es que los temas del pasado están eclipsando un debate mucho más urgente sobre los temas del futuro.
Los héroes históricos de López Obrador pueden haber sido grandes hombres, o al menos algunos de ellos. Pero Juárez murió antes de la invención del teléfono, Madero murió antes del primer vuelo transatlántico y Cárdenas murió antes del nacimiento de Internet. Vivían en un mundo diferente.
En lugar de pensar tanto en el pasado, López Obrador debería preocuparse por el hecho de que México produjo solo 407 patentes de nuevos inventos el año pasado, en comparación con las 90.847 de Corea del Sur, según la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual de las Naciones Unidas.
O debería preocuparse por el hecho de que el sector manufacturero de México pronto enfrentará una gran crisis, ya que las fábricas de China están utilizando cada vez más robots industriales que son más eficientes. Mientras que China ya tiene 97 robots industriales por cada 10.000 trabajadores, México tiene solo 36 por la misma cantidad de trabajadores, según la Federación Internacional de Robótica.
La obsesión de López Obrador con la historia es peligrosa, porque desvía la atención de este país y amenaza con dejar a México cada vez más rezagado en la economía global.
México debería concentrarse en cómo ser más competitivo en la era de la caída de los precios del petróleo y la creciente automatización industrial, en lugar de perder el tiempo en conflictos inútiles sobre cosas que pasaron hace 500 años.