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Pero la pésima administración norcoreana, que ha llevado incluso al país a una hambruna que mató entre 1 y 2 millones de personas a mediados de la década del 90, también ha cercenado todo intento de reformas para mejorar la situación de las personas. Incluso, ha aumentado la represión contra aquellos que osan protestar o promover ideas diferentes a las comunistas.
Según Amnistía Internacional, sigue habiendo reclusiones arbitrarias, los campos de trabajo forzado continúan existiendo y la tortura no ha desaparecido. “El Departamento de Seguridad Nacional había detenido a más de 200 funcionarios; se temía que algunos hubieran sido ejecutados, mientras que otros habían sido enviados a campos penitenciarios para presos políticos. Según informes creíbles, se calculaba que había hasta 200.000 personas encarceladas en condiciones espantosas en seis campos penitenciarios para presos políticos cada vez más grandes, como el conocido centro de Yodok”, denunció la organización en su informe del 2012.
Pero eso no es todo. En Corea del Norte tampoco se permite la creación de partidos políticos opositores, el surgimiento de una prensa independiente o crítica y los movimientos disidentes. Quien osara criticar al régimen comunista es detenido y torturado. Como toda dictadura, los norcoreanos tampoco pueden salir del país, y los que intentan fugarse son reprimidos o directamente fusilados, para que nadie pueda emular esta actividad.
Un país con hambre, miseria, represión y terror es el que se declaró en “estado de guerra” con Corea del Sur, luego de una semanas de las sanciones aplicadas al régimen por la ONU. Seúl indicó que los surcoreanos llevaron un vida normal en las últimas horas, pero que temen una escalada de tensión, mientras que Washington sostuvo que las amenazas de ataques a Corea del Sur y a sus bases en el Pacífico, incluyendo al Estado de Hawái, forman parte del largo historial retórico belicista de la dictadura norcoreana, pero que las toma en serio.
En el mundo, aunque parezca ridículo, se libran varios conflictos y guerras que ya han dejado cientos de miles de muertos, miles de desplazados y una crisis humanitaria sin precedentes. Siria, Malí, República Centroafricana y Sudán protagonizan enfrentamientos bélicos de un siglo XXI también convulsionado. A esto debe añadirse ataques terroristas y enfrentamientos étnicos y religiosos en Nigeria, Birmania, Indonesia, Irán y Pakistán. Corea del Norte y Corea del Sur, a pesar del acuerdo de reconciliación de 1991, siguen técnicamente en guerra. Pero mientras los surcoreanos están apuntando al futuro, invirtiendo en producción y educación, avanzando en ciencia y tecnología, los norcoreanos deben luchar por un plato de arroz y alguna que otra medicina otorgada por el superpoderoso estado totalitario, mientras guardan silencio obligatorio bajo un sistema dictatorial. Una posible guerra con el Sur representaría una jugada muy peligrosa para el Norte, el final para la dinastía comunista es inminente si prosigue con su alocada campaña de atacar a toda costa, tratando de desviar los problemas internos que enlutan a los ciudadanos.
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