La ilusión del poder total

Desde la antigua y poderosa Roma, los romanos conocedores de las debilidades humanas ponían a la sombra del César la figura de un esclavo con el único papel de recordarle a este, en las horas de gloria, la transitoriedad del poder con un inapelable: ¡Oh César, recuerda que eres mortal! Ejercer el poder en un escenario complejo, sin caer en la tentación de distraerse con la ilusión del poder absoluto, es una tarea difícil. La tentación del totalitarismo hace rato que late en nuestro país, está en nuestro ADN y ronda el vecindario latinoamericano. Solo basta mirar la cantidad de países con presidentes atornillados a sus cargos y con ansias de reelección interminable.

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Esta tendencia de querer sujetar en un puño las fuerzas políticas y levantar con el otro discursos de renovación y cambio sin asegurarse de la necesaria legitimidad que solo se consigue con la eficiencia y el buen trabajo en el ejercicio de la administración pública, es una trampa en la que caen demasiados presidentes, cuando en realidad, lo que deben lograr es el apoyo de la sociedad para hacer sustentable el gobierno. Tan simple y claro como “hacer bien las cosas” y que lo perciba el pueblo, no solamente el circulito de poder autorreferente y acrítico, acostumbrado a aislar a los mandatarios con espejitos sin proyección ni consistencia. Esto es grave, porque con el aislamiento se deja de pisar tierra y florecen la lisonja y la adulación como astutas cortesanas que venden ilusiones y otorgan satisfacciones autocomplacientes, momentáneas y falsas. ¡Cuando afuera el pueblo sigue reclamando las mismas cosas!

Esta suerte de contradicción en el mensaje presidencial que por un lado ningunea lo político y a los políticos, y por otro busca “dedocráticamente” copar una estructura de la que se sirvió para llegar al poder, es más desgastante que inteligente porque se sostiene sobre bases no francas, que además se perciben como tales. Y, la falta de transparencia y el juego oscuro hasta en la política tiene sus límites y sus consecuencias. Para comprobarlo sobran los ejemplos recientes.

El presidente Cartes ha tenido carta blanca para ensayar un estilo nuevo que afirmaba dejar atrás las viejas prácticas para recaer en la administración y gestión de expertos de la manera más eficiente y responsable posible. Una especie de despolitización en el ejercicio del poder. Con un equipo de “técnicos” que sin embargo, hasta hoy solo parece un conjunto disperso de individualidades que no ha sabido comunicar con claridad cuál es la hoja de ruta y que se ahoga en la pesada burocracia estatal que arrastra consigo las esperanzas de un tiempo mejor.

Es este escenario se ve demorado el anunciado nuevo rumbo, que por cierto requiere de la capacidad para abrir caminos creativos e insospechados en la solución de los problemas como la exclusión, que es un problema social y político. Y el Presidente y su equipo, en lugar de distraerse en una interna partidaria deberían concentrarse en conquistar el apoyo de la sociedad con obras tangibles y no buenas excusas!!

(*) Educadora y periodista.

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