La ideología con telenovela entra

SALAMANCA. Roberto Fontanarrosa –en Rosario, Argentina, le decían “el Negro”– creó dos personajes inolvidables, por lo menos para los de mi generación: “Inodoro Pereyra, el renegau” y “Boogie el aceitoso”; el primero, un gaucho perdido en la inmensidad de la Pampa, y el segundo, un gánster inmisericorde en el Chicago de los años 30. Ambos, sin embargo, una caja de resonancia de las preocupaciones del hombre de la calle. Lo entrevisté una vez hace ya muchísimos años en Buenos Aires, en una sala atestada de libros de la editorial “La Flor”, que era la que editaba sus libros.

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“Teresa en tres estaciones” es el nombre de una nueva novela televisiva venezolana, un “culebrón” como le llaman allí y también aquí en España. Nada extraño, pues Venezuela es una gran exportadora de este tipo de programas. La novedad es que “Teresa en tres estaciones” será un culebrón destinado a ensalzar el régimen de Hugo Chávez, con un total de cuarenta capítulos.

La idea surgió después de unas declaraciones hechas por Chávez en su programa mamútico: “Aló, presidente”, en el que advirtió sobre las “telenovelas capitalistas” porque ellas “envenenan”. “Eso tiene una intención ideológica: destruir el potencial de un niño, de un joven; inducirlo a esa vida plástica y muchas veces a la violencia y a la prostitución, a las drogas”.

Los profesionales de la adulación recogieron la advertencia y realizaron una telenovela “socialista” con el nombre de “Amores de barrio adentro”, y ahora viene la segunda en torno a un tren que Chávez hizo construir entre Caracas y el Valle del Tuy. Las protagonistas son: María Teresa, Cruz Teresa y Ana Teresa cuyas vidas sufrirán un cambio radical gracias al tren, sin que ninguna de ellas sea precisamente ferroviaria. Una de ellas, gracias a este medio de transporte, cómodo y rápido, podrá viajar a la capital para estudiar dirección de cine en la Universidad Nacional Experimental de las Artes, creada, claro está, por el mismo Chávez, en 2008.

La telenovela es un género muy particular cuyas características son muy similares, provengan de Brasil, Venezuela o Japón. Sus realizadores son personas sensibles a una serie de deseos, anhelos, apetencias, reveses, fracasos, desilusiones de un sector consumidor de televisión. Y, como decía Fontanarrosa, “uno no se hace popular, sencillamente se es o no se es”. Los seguidores fieles de telenovelas ahora las tendrán que ver con un manual de socialismo al alcance de la mano, pero no del socialismo verdadero, sino de esa chapucería que Hugo Chávez ha bautizado con el nombre de “socialismo del siglo XXI” y que seguimos esperando saber algún día de qué se trata en realidad.

Me temo que volveremos a aquellos años en los que estaba de moda hacer el análisis ideológico de todo cuanto se consumía: el Pato Donald, Superman, Tarzán, sin olvidar los cuentos de los hermanos Grimm o los maravillosos cuentos populares italianos recopilados por Italo Calvino. Fue así como muchos escritores se decidieron a escribir cuentos “ideológicamente correctos”, puros, impolutos, transparentes como un cristal... Pero terriblemente aburridos, incapaces de despertar el interés de los niños que temblaban ante “Juan sin miedo” o aquellos de Calvino en los que los malos terminaban sumergidos en toneles de aceite que hierve. Así, lo que la gente quiere es llorar porque José le dejó a María, que es buena y pura, para irse con Juana, que es una zorra.

jruiznestosa@gmail.com

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