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Con la baja del cuadro albirrojo también le dieron de alta al entrenador argentino Ramón Ángel Díaz. El ligero nepotismo que manejaba la parte técnica del equipo pasó totalmente desapercibido en este Paraguay, también plagado de privilegios familiares, se fue al mazo con la eliminación criolla que apenas pudo pellizcar un punto a costa de Costa Rica y en esta rica costa deben estar también con plagueos por haber conseguido un solo punto a costillas del pobre fútbol paraguayo.
Muy de antemano, y a contrapierna, el fútbol paraguayo presentó su pobre gestión en este campeonato que aparentó una levantada en Ecuador y otra victoria que se escapó cuando enfrentó a Brasil por la eliminatorias del mundial ruso.
Muchas especulaciones vienen acaparando la atención de los deportistas paraguayos y, como una pelota de fútbol invade a todas las neuronas nacionales y ocupa casi toda la cavidad craneal, el bajo perfil del fútbol nos llevó a un alto fracaso.
La dirigencia paraguaya no solamente exhibió su sinverguencía nativa, también ventiló el putrefacto manejo deportivo para levantar al fútbol paraguayo hacia lo más hondo de la corrupción. La conducción del fútbol paraguayo, pese a constituirse en un mundo privado, tiene el manejo tan rancio como si fuese la administración de la cosa pública.
Muchas especulaciones de vienen haciendo con referencia al perfil que debe tener el nuevo director técnico que supla al ido. Se insiste en que devuelva al fútbol la famosa garra guaraní, la que nos llevó a enfrentarnos contra tres países en contiendas bélicas y a soportar los embates de los bolivianos y del calor en nuestro Chaco. Esas peleas ocurrieron en siglos pasados y ya solo forman parte de la historia.
Hoy solo con la garra ya no sirve, excepto para agarrar los fondos del presupuesto público y causar heridas desgarradoras a Juan Pueblo. La garra ya no existe, se fueron el Gato Fernández, la pantera Cabañas, el Tigre Ramírez, los Gavilán, el ñandú Isasi y con nuestro “león guaraní”, quien juega con fecha de vencimiento expirada, como muchos otros en la selección, ya no le descuartizamos a nadie. Si solo quieren garra que nos representen los indígenas chaqueños y campeones en tierra de los mapuches.
En Chile, actual bicampeón de América, el fútbol recibe 50 millones de dólares provenientes de la televisación. Acá no llegan ni 5 millones a la APF. En Bolivia se levantan estadios deportivos gracias al impuesto que pagan las bebidas y el tabaquismo. Acá el fútbol hace levantar tabacaleras, sanatorios y embotelladoras de bebidas particulares. Años atrás la Polla Paraguaya del Fútbol, originada por el balompié nacional, solo ponía sus auríferos huevos para una familia y un club que conseguía sus títulos con la ayuda de todos los menesterosos apostadores. En Villarrica, el manejo de la Quiniela se muda según las autoridades de turno pero la actividad deportiva siempre queda muda.
Lo que hacen los chilenos no es casualidad y a la garra del cóndor trasandino le mixturan con orden, perseverancia y honestidad. Acá el aparente más honesto del fútbol tiene prisión domiciliaria y un estadio sigue llevando su nombre. Si queremos ser un país en serio, y no solo en el fútbol que tiene deplorables dirigentes y árbitros, debemos aprender que el éxito es el resultado de una buena organización y persistencia, sazonadas con una gran dosis de honorabilidad, limpieza y dignidad.
caio.scavone@abc.com.py