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Haciendo la historia breve, seleccionaron cincuenta fotografías entre los cinco mil negativos que lograron rescatar y montaron una exposición en la Casa de la Cultura Popular de la Villa 21-24 de Barracas (Argentina). La muestra se llamó simplemente “González”. El gobierno argentino publicó una reseña titulada “El fotógrafo inesperado” diciendo que “sus imágenes son sencillas y reales, y tal vez por eso tan emotivas”. Hay más: un diario tan importante como “Página 12” le dedicó una reseña: “González y su obra”. Estas cincuenta fotografías fueron tomadas entre 1960 y 1970 y son de actividades sociales como casamientos, desfiles de modas, fiestas. Era lo que los fotógrafos que se creen de cierto nivel llaman peyorativamente “fotógrafo socialero”. Por lo poco que pude ver es una verdadera lección para la gente del oficio que lo que importa es la forma en que se cuenta algo y no lo que se cuenta. Le estoy robando una frase a Flaubert al hablar de literatura en eso que él llamaba “la orgía perpetua“, pero cambiando palabras por imágenes creo que el recurso es válido.
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En una entrevista que se publicó en este mismo periódico (lastimosamente no lleva firma) “Patrón” González dijo que nunca se le pasó por la cabeza que sus fotografías podrían ser consideradas como arte “puesto que siempre la cámara fue más bien una herramienta para ejercer mi oficio”. Pues la cámara fotográfica siempre ha sido exactamente eso: una herramienta. Lo que hace la diferencia es la manera en que se utiliza esa herramienta. Algunos lo hacen con destreza; otros, como si fuera el buril con que el salvaje traza líneas sobre la piedra o la corteza de un árbol. Hace unos días vi una película documental sobre Cartier-Bresson que va caminando por París mientras hace fotografías con una Leica, el mismo modelo, el mismo color, el mismo tamaño que la cámara que tiene un conocido mío y que ni siquiera ha podido lograr una buena foto carnet. La diferencia está no en cómo se utilizan las velocidades de obturador y el diafragma, sino en la sensibilidad que tiene la mirada que se posa en los objetos o en las personas para descubrir aquello que está pidiendo que se lo fotografíe y de la manera en que hay que hacerlo.
Por lo visto “Patrón” González pertenece a ese reducidísimo grupo de personas cuya herramienta es una cámara y sabe qué debe hacer con esa herramienta. Un fotógrafo checo que estuvo en Madrid con motivo de realizarse una impresionante muestra de su obra, en conversación con el público, dijo que los medios digitales han hecho que ahora se hagan millones de imágenes por minuto. Pero que las buenas imágenes siguen siendo tan escasas como lo han sido siempre.
Es admirable que en fotos aparentemente convencionales como son las de actividades sociales su autor haya podido lograr documentar no solo el acto en sí, sino también el espíritu de sus fotografiados, su solemnidad, su alegría, su emoción, su timidez de mostrar en público su intimidad. Me hubiese gustado ver la exposición entera por mi curiosidad de fotógrafo mientras trato de aplacar mis temores de que pronto veremos un enjambre de fotógrafos “socialeros” queriendo hacer “arte”. jesus.ruiznestosa@gmail.com