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En guaraní existe un conocido refrán que reza así: “La ignorancia no mata, pero nos tiene mal”; en otras palabras, nos da una mala calidad de vida; alguna relación debe existir entre esta idea y el comentario de la maestra.
La opinión emitida por la gremialista desnuda la condición de la educación actual, pobre de forma y de fondo, con total ausencia de filosofía, ética, moral y compromiso.
Entonces, indefectiblemente nos conduce a hablar de una crisis de valores en todo sentido. Situación que necesariamente debe revertirse para mejorar la paupérrima educación que reciben los niños.
En una sociedad democrática, abierta y pluralista, los individuos estamos sujetos a derechos y obligaciones. En este tema, por ejemplo, se plantea un dilema: los docentes tienen derecho a la huelga, pero también los niños tienen derecho a la educación.
Con esta crisis actual es conveniente replantear la pedagogía. En este siglo XXI ella exige profundos cambios y una nueva filosofía. Una filosofía cuyo centro debe ser la persona, el ser humano, su crecimiento intelectual y moral.
Los maestros deben comprender que son guías, rectores, líderes naturales. Son los espejos donde se miran los niños y jóvenes. Su tarea no es nada sencilla porque son los sembradores de las semillas de esperanza y los que tienen la responsabilidad de transformar la nación. Nuestro país necesita no solamente cambios, sino una gran revolución. Y esa revolución debe comenzar por la educación. En las aulas es donde están los cambios porque allí se desarrollan los pensamientos y nacen las grandes ideas.
La pedagogía es un arte y una ciencia. Su esencia es enseñar lo bueno y hacer descubrir la naturaleza de lo justo y lo correcto. La pedagogía debe enseñar a ser mejores personas. Esta responsabilidad es de los docentes, quienes deben poner en práctica la ética, la moral y el compromiso en sus vidas personales y laborales.
blila.gayoso@hotmail.com