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El presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador otorgó esta semana su beneplácito al enviado de Maduro, Francisco Arias Cárdenas, quien fue un ex golpista junto al difunto presidente Hugo Chávez en 1992.
El nombramiento de Arias Cárdenas no fue aprobado por la Asamblea Nacional de Venezuela, controlada por la oposición, que había nombrado a otro embajador en México. Lo que es más, la Asamblea Nacional le había pedido a México no reconocer a Arias Cárdenas, por acusaciones de corrupción en su contra en el caso Odebrecht.
La decisión de López Obrador hace difícil de tomar en serio su afirmación de que es “neutral” en la crisis venezolana.
A pesar de que una declaración de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México de que Arias Cárdenas no será embajador en funciones hasta tanto entregue sus cartas credenciales, ya se le ha concedido inmunidad diplomática en México.
En comparación, Estados Unidos, Canadá, Francia, Alemania, España, Brasil, Argentina, Colombia, y docenas de otros países democráticos han expulsado a los embajadores nombrados por Maduro o retirado su inmunidad diplomática.
En su lugar, han aceptado los nombramientos diplomáticos del presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, Juan Guaidó, a quien reconocen como legítimo “presidente encargado” de Venezuela.
A juzgar por lo que me dijo Guaidó en una entrevista reciente, interpretará el beneplácito a Arias Cárdenas como una nueva señal de que México está del lado del régimen de Maduro.
“Esperamos más de México”, me dijo Guaidó en la entrevista del 22 de abril. Cuando le pregunté exactamente qué espera que haga México, Guaidó me dijo que “esperamos que al menos apoyen la causa” de los derechos humanos y la democracia en Venezuela.
López Obrador afirma que está cumpliendo con el mandato constitucional de no intervenir en los asuntos internos de otras naciones.
Pero esa afirmación es algo tramposa. Si bien el artículo 89 de la Constitución mexicana exige la “no intervención” en los asuntos internos de otros países, el mismo artículo también exige “el respeto, la protección y la promoción de los derechos humanos” en todas partes.
Asimismo, algunos de los ex presidentes mexicanos más admirados de López Obrador han intervenido abiertamente en los asuntos internos de otros países.
El expresidente Lázaro Cárdenas apoyó a los republicanos durante la guerra civil de España en la década de 1930 y rompió relaciones diplomáticas con el dictador Francisco Franco. El expresidente Luis Echeverría criticó la dictadura de Chile y rompió relaciones diplomáticas con el general Augusto Pinochet en 1974, y el expresidente José López Portillo apoyó a la oposición nicaragüense y rompió los lazos con el dictador de Nicaragua, Anastasio Somoza, en 1979.
Todo esto genera sospechas de que López Obrador apoya la intervención contra dictaduras de derecha, pero no contra las dictaduras de izquierda.
¿Queda alguna duda de que Venezuela es una dictadura? Puede que haya sido una democracia autoritaria en los tiempos de Chávez, pero no puede haber duda de que se convirtió en un estado totalitario bajo Maduro.
En 2016, Maduro le quitó prácticamente todos sus poderes de la Asamblea Nacional, que la oposición había ganado abrumadoramente en las elecciones legislativas de 2015.
Más tarde, Maduro creó un congreso propio, que él llama la Asamblea Constituyente, para reemplazar a la Asamblea Nacional. Luego, prohibió a los principales líderes de la oposición postularse para la presidencia, y en 2018 celebró elecciones fraudulentas, tras las cuales se proclamó reelecto en enero de 2019.
Si López Obrador realmente quiere ser neutral y posicionar a México como un posible mediador en la crisis de Venezuela, debería aceptar a los respectivos enviados de Guaidó y Maduro, o a ninguno. En cambio, lo que ha hecho el presidente de México equivale a darle legitimidad, y una pequeña victoria propagandística, al régimen de Maduro. Como me dijo Guaidó, deberíamos esperar más de México.