¿La extremaunción de la UE?

Luego del referendo británico que diera el triunfo al “Brexit” han corrido como reguero de pólvora en toda Europa y en el mundo entero el pesimismo, el escepticismo, la desorientación y las acuciantes interrogaciones de cómo sería el futuro de Europa luego de este descalabro político, social y financiero.

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La entonces Comunidad Económica Europea nació bajo los mejores auspicios, a través del Tratado de Roma de 1957, siendo seis los miembros originales de aquel portentoso intento de unidad bajo el signo de la democracia, a saber, Bélgica, Holanda, Luxemburgo, Alemania, Francia e Italia, dando un ejemplar testimonio de cooperativismo para crear una nueva estructura en el Viejo Continente, que había sido el escenario de brutales contiendas en la Primera y Segunda Guerra Mundial, donde se enfrentaron justamente tres de los países firmantes del mencionado acuerdo de Roma.

En el año 1973 se incorporaron el Reino Unido de Gran Bretaña, Dinamarca e Irlanda y más tarde Grecia, país que fue hace un par de años el detonante de la primera estampida sociopolítica y financiera, creando un acuciante llamado de atención, que fue minimizado en sus comienzos y luego, cuando ya era demasiado tarde, se intentó esbozar un antídoto coyuntural para proteger a todo el cuerpo social de la comunidad.

El surgimiento de la UE, último estadio del Mercado Común, hizo pensar que el polo del poder político, económico y financiero iba girando de los Estados Unidos hacia el Viejo Continente, ahora colmado de nuevas y alucinantes oportunidades para aquellos extranjeros deseosos de compartir un vasto territorio y un gigantesco mercado con centenares de millones de habitantes.

En efecto, rápidamente el producto bruto interno de la UE superó al de la primera potencia mundial, posibilitando así que las grandes corporaciones multinacionales, así como muchas firmas de pequeña envergadura, se instalasen en su seno.

El eslogan de la UE fue la “unidad en la diversidad”. De acuerdo a la versión de Boris Johnson que asoció a la UE con el régimen hitleriano, esta organización podría seguir las huellas del dictador germano, quien también había cimentado su posición política luego del caos emergente de la Primera Guerra mundial, haciendo alusión a la “unidad en la diversidad”.

En este contexto, la UE logró establecer importantes mesas de negociación y de paz tanto con los israelíes como con los palestinos, lo que Estados Unidos de América jamás pudo conseguir por su radicalización en el conflicto, que le hizo perder su poder de convocatoria en la región más conflictiva del mundo.

Sea como fuere, para muchos el “Brexit” representa una involución hacia el Estado-Nación de siglos pasados, en un mundo cada vez más globalizado, donde ya no cabrían posturas aislacionistas.

Para otros, representa una actitud xenofóbica, delirante, paranoica, en un proceder de celosa exclusividad que, según estos críticos, va de contramano con la historia contemporánea. Estos consideran que el “Brexit” se refugia en un pasado de gloria que ha quedado sepultado en la historia y que ya no tiene visos de reversibilidad.

Lo cierto es que el Reino Unido se encuentra afuera de la UE, que ha perdido un socio vital, una fuerza inconmensurable no solamente en el producto bruto interno, que representa un 17% del total, sino también en los aspectos político y diplomático, ya que el Reino Unido es miembro del Consejo de Seguridad y una potencia militar de alto nivel a escala mundial.

Todos los europeos deberían hacer un “mea culpa” de lo que ha acontecido en estos días, y en especial los partidos de centroderecha y la socialdemocracia, que han sido incapaces de desactivar la crisis económica, el caos migratorio, la purulenta corrupción de los líderes políticos, el cruel flagelo del terrorismo islámico, la burocracia asfixiante de Bruselas que nació con los mejores auspicios para luego despeñarse por una pendiente declinante donde no se puede atisbar el resultado final.

Los detractores del “Brexit” creen que la salida del Reino Unido provocaría una gigantesca crisis económica, un deterioro de los negocios de inversión extranjera, apuntando todo esto a una recesión a corto o mediano plazo.

Esto dependerá de la negociación a la que pueda arribar el país saliente con los países que integran la UE. Pero lo que más aterra es la incertidumbre que se ha generado en todos los estamentos sociales y políticos de ese vasto conglomerado continental, que a partir de ahora se ha convertido en un gigantesco signo de interrogación para propios y extraños.

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