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Discrepo con el poeta al hacerle decir al tirano que él sabe que no pasará a la posterioridad y que, cuando muera, el pueblo la derribará. Los tiranos siempre están convencidos de que su pueblo los ama, pues ellos, mejor que nadie, son los únicos que saben qué es bueno para ese pueblo. Pero esto no es nada más que una divagación en torno al poema de quien, después de haber conocido todo lo que podía ofrecerle la vida a un miembro de una familia de clase alta, muy alta de Nicaragua, decidió entrar al monasterio “Our Lady of Geth-
semani” en Kentucky (EE.UU.) y se ordenó sacerdote en Managua en 1965.
Entusiasmado con la Teología de la Liberación, desencantado por el retroceso de la Iglesia frente a las conquistas del Concilio Vaticano II y los documentos de Medellín, decidió crear su propia comunidad religiosa en una isla propiedad de su familia, la isla de Solentiname. Resistió y combatió la dictadura de la dinastía de los Somoza, tal como lo hacían otros miembros de su familia, los Chamorro, a través de un periódico, el más importante de Nicaragua, bombardeado por el gobierno.
En declaraciones hechas al periódico español “El País”, recordó los años de la revolución sandinista, el derrocamiento del sistema dictatorial de los Somoza y la instauración de un nuevo régimen del que formó parte como ministro de Cultura. Dijo que entonces sentían que estaban viviendo un sueño del que no querían que nadie les despertara. Pero llegó la desilusión, y considera que el actual presidente, Daniel Ortega, elegido anticonstitucionalmente por tercera vez, traicionó la revolución, para dar inicio, quizá, a una nueva dinastía a imagen y semejanza de los Somoza.
Poca gente debe relacionar a este Ernesto Cardenal, el combativo, el inconformista, el luchador, el resistente, con el autor de aquellos poemas de su vida anterior al sacerdocio, cuando escribía: “Al perderte yo a ti tú y yo hemos perdido: / yo porque tú eras lo que yo más amaba / y tú porque yo era el que te amaba más. / Pero de nosotros dos tú pierdes más que yo: / porque yo podré amar a otras como te amaba a ti / pero a ti no te amarán como te amaba yo”. O sus “Epigramas” como “Te doy, Claudia, estos versos, porque tú eres su dueña.
/ Los he escrito sencillos para que tú los entiendas. / Son para ti solamente, pero si a ti no te interesan, / un día se divulgarán tal vez por toda Hispanoamérica...”. No solo por Hispanoamérica, sino también por toda España; las bibliotecas públicas y las municipales, las librerías más importantes, han preparado mesas especiales con las pocas obras que tienen editadas de Cardenal a la espera de las obras completas que estarán listas en un mes.
En otras ocasiones, los poemas de Cardenal se nos vuelven llamativamente familiares, como: “¿No has leído amor mío, en Novedades: / Centinela de la Paz, Genio del Trabajo / Paladín de la Democracia en América / Defensor del Catolicismo en América / El Protector del Pueblo / El Benefactor...? / Le saquean al pueblo su lenguaje. / Y falsifican las palabras del pueblo...”
La derecha cavernaria (también hay una izquierda cavernaria) manifestó su enojo por este premio, lo que era de esperar y fácil de prever, ya que ella no tolera, genéticamente, a quienes, también genéticamente, detestan a los dictadores.