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La Unión Europea, a pesar de lo avanzado de su proceso de integración, está pasando por una de sus peores etapas. La crisis del euro la ha golpeado tan fuerte, que tambalea. En sus orígenes, el general De Gaulle intentó sentar las bases de una unión política europea, inspirado en su particular concepción de la “Europa de las Patrias”. Sin embargo, esa idea central de construcción de la futura Europa se halla fisurada. El Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, uno de los Estados fundadores más poderosos, se encuentra en la encrucijada de abandonar la Unión, por la frustración británica por las políticas y formas de cooperación de la “Unión” y por la creciente pérdida de identidad nacional, a causa de la inmigración.
Mientras todo esto ocurre en Europa, el Mercado Común del Sur sufre, pero por otras razones, una crisis de enormes proporciones, como nunca tuvo desde su creación en 1991, cuya solución no es posible predecir. La causa de la crisis político-jurídica, como todos conocemos, es por la ilegal, arbitraria e injusta decisión de la cumbre de Mendoza, del 29 junio de 2012, que suspendió a la República del Paraguay el derecho a participar de los órganos del Mercosur y de las deliberaciones. Esta decisión fue un golpe de Estado al Mercosur, sostuvo el senador y excanciller uruguayo Sergio Abreu.
Desde el momento en que el bloque regional se ha ideologizado, ya no puede promover un progreso económico y social equilibrado y sostenible. El Mercosur ya no es el mismo del tiempo de su creación. La ampliación de los mercados nacionales a través de la integración, y su proceso de desarrollo económico con justicia social, es una utopía que se ha negado al Paraguay. Más aún ahora, desde el instante en que se ha entronizado en sus órganos máximos un sistema autoritario de gobierno, ejercido por sus cancilleres y jefes de Estado. Allí solo se impone la voluntad del Estado más fuerte sobre los más débiles. Desde esa dimensión, el Mercosur “bolivariano”, con el pretexto y el disfraz de defender la democracia, esconde su verdadero rostro totalitario al no admitir ni tolerar el disenso ni la pluralidad de su miembros; suprime el sistema democrático de su seno.
¿Qué hacer entonces? se pregunta el ciudadano de la calle, aquel que espera que el político, el representante del pueblo en el Congreso, como servidor público, sea el más preocupado de, en alguna medida, contribuir a alumbrar el camino a seguir en esta emboscada. Por la vía de las negociaciones diplomáticas no se vislumbra una fórmula de solución pacífica al conflicto. Por esta razón, creemos que es el momento de un debate nacional, abierto y amplio, sobre los beneficios o el perjuicio de seguir permaneciendo en el Mercosur. Si como Estado Parte pleno el Paraguay no ha tenido resultados satisfactorios, teniendo mayor poder de decisión; ¿como será si fuese Miembro Asociado, sin el poder del consenso, que hoy se ha quebrado en la estructura jurídica del Mercosur?
La alternativa no será fácil de resolver: si regresamos al Mercosur cuando, graciosamente, nos llamen, sin el restablecimiento previo de los derechos conculcados y sin la reparación de los daños, el Paraguay se convertirá en siervo de la Argentina y el Brasil. Si nos desvinculamos, con la renuncia del Tratado, nos espera una lucha ciclópea, pero en solitario, para salir al mundo y obtener alianzas estratégicas.
Cualquier decisión que signifique desvincularse del Tratado de Asunción y su denuncia o la permanencia en el bloque debería ir precedida de un amplio debate nacional, sobre los beneficios o los perjuicios del Mercosur para nuestra República. Pero sin olvidar que la calidad del debate se va a aquilatar siempre que participen, fundamentalmente, la prensa, y aquellos ciudadanos eruditos y experimentados en esta difícil materia del Derecho, la economía y la política internacional.
(*) Profesor titular de la UNA.