La corrupción y la opinión pública en el Paraguay

Gobernar el Paraguay con eficacia, nunca fue tarea fácil. Hasta los políticos más pintados tuvieron sus desaciertos en esta labor; sin importar que hayan sido militares, ingenieros, abogados, periodistas, obispos, médicos o empresarios. Una de las razones fundamentales de esta gran dificultad ha sido, sin dudas, la corrupción enraizada entre nosotros; que gradualmente, fue convirtiéndose en una cultura ante la ausencia de ética. La cultura actual y la falta de ética en nuestro país son los mayores impedimentos para obtener logros en la misma política como instrumento de desarrollo.

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La ética es un aspecto muy importante de la relación personal con los demás y se refiere a principios y obligaciones morales que el individuo tiene para con la sociedad. Por otra parte, la cultura implica un estilo de vida, una manera de ser en que las formas importan tanto como el contenido. Era trasmitida en el pasado a través de la familia y la iglesia; hasta que estas instituciones dejaron de funcionar adecuadamente. El resultado fue la desaparición de aquella cultura; la cual, fue reemplazada por otro concepto que la vació de contenido. Esta es la nueva cultura, donde lo importante es divertirse por encima de toda otra forma de conocimiento o ideal, como si quisiéramos olvidar las cosas serias e importantes y más bien preferimos abandonarnos en lo superficial y casi sanamente estúpido.

Esta nueva cultura es la que degrada y corrompe a los políticos y a la política. Basta con fijarse que la popularidad y el éxito en estos dos quehaceres, actualmente se conquistan no tanto por la inteligencia y la capacidad sino por la demagogia y el talento para el teatro, para el espectáculo y es quizás la razón principal por la que carecemos de estadistas; capaces de merecer la admiración y el respeto de todos.

También, la ausencia de ética y la presencia de esta nueva cultura tienen mucho que ver con la falta de bienestar y de una vida digna de la mayoría. Esa enorme insatisfacción de la gente ya comienza a expresarse con fuerza entre nosotros. Hasta hace poco, la población no reaccionaba en nuestro país ante los altos niveles de corrupción, pero eso está cambiando. La gente parece haber despertado de su adormecimiento y se ha vuelto cada vez menos tolerante hacia los extravíos y excesos de quienes ocupan cargos públicos.

Esperamos que esto sea (por el bien del país) el comienzo de una continua actitud del público en general hacia la inmoralidad, porque nada desmoraliza tanto a una sociedad como el hecho de que sus gobernantes –elegidos en comicios más o menos limpios– se aprovechen del poder para enriquecerse; burlándose de esta manera de la fe pública depositada en ellos.

Esta putrefacción en el ambiente generada por la corrupción ha llegado a un grado tal, que solo nos sobra revelarnos. Esta rebelión ha sido lo más saludable para nuestra sociedad en mucho tiempo porque no existen dudas de que la fuerza de la opinión pública es la única manera de derrotar la corrupción. Para eso necesitamos continuar saliendo de la “alienación formal” como lo llamaban los marxistas a la apatía y desinterés hacia la vida pública. Tenemos que involucrarnos y no estar dispuestos a sucumbir ante una actitud catastrófica del pasado que dejaba el campo libre a los lobos y sinvergüenzas. Al contrario, no tenemos que dejar en paz a quienes se valen de la misma democracia para escalar posiciones y enriquecerse ilícitamente. Solamente así derrotaremos a la corrupción y tendremos un verdadero desarrollo que tenga como meta promover el bienestar de todos y no solo el de unos pocos.

*Médico Especialista Diplomado del Consejo Americano de Psiquiatría y Neurología.

victor2343@gmail.com

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