La cizaña en el campo

Gilda de Planás ‘‘El Reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; mientras dormía la gente, un enemigo sembró cizaña en medio del trigo y se marchó...’’ (Mt. 13,24-43).

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Los discípulos se acercaron a Jesús y le pidieron que aclare la parábola de ‘‘la cizaña en el campo’’... El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del maligno (diablo); el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del mundo, y los segadores los ángeles. Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema, así será el fin del tiempo: el Hijo enviará sus ángeles y arrancarán de su reino a todos los corruptores y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga’’.
Bien... el texto se enmarca en un esquema apocalíptico (fin del mundo) ya que en tiempos de Jesús se esperaba el fin del mundo y que luego vendría el reino de Dios en el mundo. Hoy debemos interpretar desde un contexto más universal. Primero, evitar pensar que los cristianos somos el trigo bueno del mundo, y los demás la cizaña. La parábola alude al reino de Dios, es decir, a la forma como Dios obra en el mundo, dentro y fuera de la iglesia cristiana. Su mensaje, por lo tanto, tiene un valor universal.

Otra tentación es pensar que unos hombres son trigo y siempre trigo, es decir, la parte buena de la humanidad, y otros no tienen más remedio que formar la parte mala y desechable. Con este esquema nos movemos muy a menudo. Puede que sea cierto en teoría, pero carece de aplicación práctica... ¿Quién puede determinar aquí y ahora quiénes son los buenos y quiénes los malos? La parábola dice que solo al final, cuando el hombre concluya su obra, cuando muera, se podrá hacer juicio válido. La parábola refleja la situación de la humanidad con un criterio realista y maduro: la historia está tejida de luz y sombras. El reino da la vida a los hombres, existe también un principio de muerte que provoca el odio, las guerras, la inmoralidad, la falta de comunicación, etc.

Toda comunidad cristiana tiene un punto de partida: evitar el espíritu sectario y comprender al mundo tal cual es. Más aún, nadie tiene el derecho a sentirse ‘‘de la parte salvada’’, despreciando o condenando a los otros. Este juicio está más allá de la historia y es de exclusividad divina (de Dios).

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