La Antígona de Sófocles en la Facultad de Derecho UNA

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 Es con la más viva complacencia que escribo estas líneas, para congratularme como ciudadano y profesor con los alumnos de Filosofía del Derecho de la UNA, que han tenido la brillante idea de llevar a cabo la representación teatral de la memorable tragedia, la Antígona de Sófocles. A casi 2.400 años de distancia los alumnos han rememorado y revivido aquel mensaje excepcional de la gran "heroína del derecho natural" (decía Maritain) que fue la Antígona del gran dramaturgo, hijo de Atenas.   

Tantas veces hacemos crítica y nos lamentamos de la mediocridad universitaria y del desinterés que muestra la juventud por los altos valores, que ahora con esta proeza de arte, que los alumnos del segundo curso de Derecho han realizado con dedicación tan esmerada, nos obliga a detener el paso y a ponderar con entusiasmo un esfuerzo estudiantil tan bien logrado.  

Sófocles vivió intensamente aquel momento clásico del siglo V, antes de Cristo, siglo de Pericles. Y entre los otros famosos dramaturgos, Esquilo, Eurípides y Aristófanes, Sófocles sobresalió por su profundo sentido humano, por su mesura y su grandeza heroica. Antígona, su obra maestra, ha quedado como paradigma y bandera de la imbatible fuerza con que el Derecho natural se constituye en fundamento y firmamento del orden humano, jurídico y político.   

La presencia y aplausos de varios profesores de nuestra veterana Facultad de Derecho no solo han dado realce al acto del día jueves 18 de junio, sino, aun más, han dado muestras de que el positivismo de los años viejos está en lenta declinación. Porque la proa de los barcos hoy claramente apunta hacia los horizontes de aquel roqueño acantilado yusnaturalista, de que hablaron Aristóteles, Cicerón, San Agustín, Santo Tomás, Vitoria, y los grandes papas del siglo XX. ¿Qué son los pueblos sin la justicia sino una manga de ladrones?, decía certeramente Agustín de Hipona.   

Disipar los nubarrones con que el positivismo y el relativismo han entenebrecido y desatinado la conciencia moral y el proceso jurídico de los pueblos, no será tarea de poca monta, ni de corto tiempo. Pero las semillas de la verdad y de los valores perennes depositadas en los surcos de nuestra lozana juventud, son esperanza cierta de que después de los nubarrones vendrá la anatolia de un sol radiante y cálido. Y en el atardecer de nuestra vida de profesor, la gratitud y reconocimiento de los alumnos será prenda de la abundante cosecha que la Patria recogerá mañana.   

Y diremos entonces, tal vez cansados pero contentos, que no en vano habíamos deseado, y habíamos trabajado, y habíamos esperado tanto.   

Sabemos ciertamente que en otras universidades de nuestro país se llevan adelante bellas iniciativas, como estas que han realizado los alumnos de Filosofía del Derecho de la UNA. Pero admiramos y aplaudimos la espontaneidad estudiantil y la brillante ejecución dramática que han dado a la Antígona de Sófocles.   

Parece que todavía sigue sonando en nuestros oídos el grito de la bella muchacha griega: "Antes que tus decretos y tus leyes hay una voz escrita en las estrellas".
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