Juan Pablo Segundo

Un día como hoy, 22 de octubre, en el año 1978, 35 años atrás, presidía la misa inaugural de su pontificado el hoy beato Juan Pablo Segundo, cuya canonización por parte del papa Francisco ya fue confirmada para el 27 de abril del año próximo.

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“Abrid de par en par las puertas a Cristo; las puertas de la economía, de la cultura, de la política, de la sociedad, las puertas del corazón. No tengáis miedo”, decía en la homilía de aquella histórica primera misa, en que, tras un emotivo y prolongado abrazo con el cardenal primado de Polonia, su compatriota Stefam Wysynnky, este le diría: “Tú guiarás a la Iglesia y al mundo hasta el tercer milenio”. Aún faltaban 22 años para que acabara el siglo XX, y el entonces nuevo pontífice ya elevaba esa mirada “cruzando el umbral de la esperanza”, como dirá luego en su libro-entrevista el periodista católico Vittorio Messori.

“¡No tengáis miedo!”, expresaría también el recordado pontífice en aquella oportunidad. Hoy nos preguntamos cuáles eran los “miedos” de aquella época. ¿Solo los de la Guerra Fría? Por supuesto que no. Eran muchos los miedos e incertidumbres, pero al mismo tiempo los anhelos de libertad y esperanza que afloraban en los corazones de la toda la humanidad.

El Papa, llamado entonces el “atleta de Dios”, acompañó al mundo hasta el tercer milenio, en medio de todas las vicisitudes, desde el fallido atentado del 13 de mayo de 1981, que casi le costó la vida; la caída del Muro de Berlín y el cese de la Guerra Fría, hasta el dolor por las víctimas de las Torres Gemelas y las posteriores represalias, que buscó evitar. Aquel grito del Pontífice fue desoído por los poderosos con las lamentables consecuencias de más muertes inocentes en todo el orbe. Este dolor lo experimentó en los primeros años del nuevo milenio y en los últimos de su existencia.

Nunca le fue otorgado el Premio Nobel de la Paz, pese a que contribuyó a la pacificación de los ánimos entre tantas naciones hermanas a punto de entrar en conflicto, así como a que lanzara su grito de “Nunca más la guerra, aventura sin retorno”, en los momentos más difíciles al inicio del siglo XXI.
Cuando aparecía ante el mundo el 16 de octubre de 1978, el cardenal polaco era desconocido para los medios de comunicación social de aquel entonces. “¿Es un africano?”, se preguntaban algunos al oír la pronunciación de su apellido, que sonaba “woitiua“, ¡pero no!, era “el papa venido de un país lejano”, como él mismo diría a la multitud reunida en la Plaza de San Pedro, para agregar: “Espero poder expresarme bien, en vuestra, perdón, en nuestra lengua italiana. Si me equivoco, me corregiréis”, ganándose inmediatamente la simpatía del mundo, que le acompañaría en sus 27 años de su rico pontificado, hasta el final.

¿Quién se imaginaba en nuestro país, al recibir la noticia en aquel ya lejano 1978, que diez años después nos visitaría, canonizando al primer santo paraguayo, San Roque González de Santa Cruz, hecho del cual conmemoraremos al finalizar este año de la fe las bodas de plata?
El “No tengan miedo. ¡Abran de par en par las puertas a Cristo, las puertas de la economía, de la cultura, de la política, de la sociedad!”, siguió resonando a lo largo de todo su pontificado. Se lo dijo a los jóvenes, a quienes exhortó en uno de sus últimos mensajes a ser “los santos del tercer milenio”, los “centinelas de la mañana”, de este nuevo tiempo que nacía en medio de incertidumbres y esperanzas.
Debemos acostumbrarnos ya a llamarlo “San Juan Pablo Segundo”, o “Juan Pablo Magno, el Grande“, como sugerían algunos, ya que desde el 27 de abril del año próximo será canonizado por el papa Francisco, junto al recordado papa Juan XXIII, siendo los primeros pontífices en ser reconocidos por haber llegado al alto grado de la santidad, acompañando al mundo en medio de sus dramáticas vicisitudes, en los últimos 50 años.

De este modo, menos de una década después, ha sido respondido ese clamor popular, “santo súbito”, “santo ya”, que surgió espontáneamente en la Plaza de San Pedro, en el 2005, mientras eran velados los restos mortales del amado pontífice, ante millones de peregrinos de todo el mundo.

Así como la “generación de Juan Pablo Segundo” ha sido testigo y protagonista de los grandes acontecimientos de fines del siglo pasado, hoy a la “generación del papa Francisco” le corresponde vivir el momento histórico y especial frente al cual el pontífice latinoamericano se encuentra abocado, buscando llegar hasta las “periferias existenciales“, sin olvidarse de los pobres, de esta doliente humanidad, cuyo anhelo y grito puede ser respondido desde esta porción de la tierra a la cual Wojtyla llamó el “continente de la esperanza“, pues el pueblo sencillo, nunca, aun en medio de su dramática historia, se ha alejado de Cristo.

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