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Ese rostro paterno que Jesús vio desde bebé, cuando gateaba, cuando intentaba pararse; esas manos que en algún momento lo ayudaron a cruzar la calle o le alcanzaron un biberón. Ese rostro y esas manos fueron el último recuerdo de ese cuerpecito torturado hasta morirse.
No he podido quitarme la imagen de la cabeza en toda la semana pensando en cuántos –igual que Jesús– están padeciendo esta misma violencia. Niños y niñas, mujeres, ancianos...esa franja débil y abandonada de la población. La Policía Nacional ha advertido que la tasa de homicidios que tienen causas sociales ha aumentado, es decir, no es la violencia de extraños, sino la intrafamiliar, la que está en los núcleos de convivencia.
La pregunta que carcome es... ¿cuántos más deberán morir para tomar en serio los problemas sociales que no están teniendo resolución y que deterioran las familias? El país está girando alrededor de unas elecciones dentro de la ANR que, pese a ser el partido de gobierno, ni siquiera soluciona los más acuciantes problemas que tenemos. Mientras nuestro Presidente ejerce como jefe de campaña y hurrero principal, la violencia sigue matando.
No tenemos sistemas de prevención y de contención; la justicia y la policía actúan más como cómplices de asesinos, violadores y torturadores que como mecanismos de protección para quienes piden auxilio. Con demasiada velocidad se condena a la mujer y se redime al hombre, se ignoran las denuncias y se deja convivir a víctimas con sus agresores.
Muchas mujeres eligen realizarse trabajando únicamente para sus familias y en sus hogares, sin posibilidad de generar sus propios ingresos. Cuando las historias se tornan tortuosas, esa entrega termina casi como una trampa mortal al obligarlas a someterse a sus hombres por miedo a la incertidumbre de cómo mantendrán a sus hijos si es que abandonan a sus hombres maltratadores. Se sabe... la prestación alimentaria es casi una lotería con algunos magistrados que se arrodillan ante el poder.
Más allá del Poder Judicial y de la Policía, las mujeres y niños también terminan doblemente victimizados por algunos de nosotros, los periodistas. Cuando muere una mujer no faltan los que con falso descuido sugieren hechos que respalden el “por algo habrá sido”, como si alguna anécdota justificara morir en manos de alguien... o ser torturado.
Denunciaron en el Facebook que. en la semana que pasó. una conductora de noticieros –sí, una mujer– puso el acento en la culpabilidad de las mujeres. Algo así como que por nuestra propia culpa nos matan a nosotras y a nuestros hijos. No solo no se puede educar si quienes lo hacen son los primeros torcidos; no se puede educar si es que la mujer y madre, célula y multiplicadora de valores de esa familia, tiene el torcido concepto de que la violencia tiene explicación.
Jesusito ya se fue... con el rostro y las manos de su padre como último recuerdo. Sonia, su mamá, se queda con el tormento de tener que vivir hasta el último día de su vida atribulada por el acoso de quien, cuando ya había tirado el cuerpecito de su hijo envuelto en una toalla, al lado de su mochila, la seguía llamando para decirle que la próxima será ella. Esté donde esté.
mabel@abc.com.py