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En cualquier ciudad civilizada del mundo, cuando hacen una reparación, cambio parcial de carpeta asfáltica u hormigonado de las calles, nadie siente molestia. Los trabajadores son invisibles –como aquí– pero con una pequeña gran diferencia.
Durante la noche se realizan intensas tareas en plena calzada. Se coloca el material y se lo cubre con una lámina metálica antes de que amanezca y empiece el furor del tráfico.
Si no fuera por el normal y obvio impacto que sienten al pasar por encima los autos nadie se percataría de que allí se ha hecho un trabajo.
Esto hace que el tránsito no se interrumpa, que la infraestructura avance sin contratiempos ni molestias y que la ciudad funcione.
En Asunción y en toda el área metropolitana las escuálidas obras y parches que se realizan causan todo tipo de contratiempos al flujo vehicular. Durante meses uno intenta esquivar una avenida donde se realizan reparaciones. Las más de las veces no se trabaja, ni de día ni de noche. Uno pasa y ve tambores atados con cintas de acordonamiento. Al lado, un cartel que dice “desvío” para encauzar el tránsito por calles más que bombardeadas. Al lado otro que indica “hombres trabajando”. Deben ser invisibles.
Esta misma pregunta se ha hecho un sacerdote en su sermón dominical cuando aludió a las obras de la Avda. Félix Bogado. La vía está cerrada en varios tramos y hay que abrirse paso como en un laberinto. El religioso se ganó el aplauso de todos.
Es que si las obras no quedan inconclusas, avanzan a paso de tortuga y luego de largas etapas de tortura a los automovilistas finalmente concluyen con una serie de imperfecciones. Así ya se olvidan de reponer en forma los cordones, poner tapa a los registros de alcantarillado, reponer las veredas, señalizar la calle. Total con el próximo raudal ya desapacerán de nuevo y el siguiente intendente tendrá que hacer la misma obra. Un círculo vicioso que nos hace retroceder en el tiempo.
En la edición de ABC Color de 1969 se publica una caricatura bajo el título “Hombres trabajando”. Muestra una larga fila de congestión vehicular que tropieza con obstáculos, que incluyen una carretilla, sin saber hacia dónde abrirse paso. En el texto de abajo dice: “si salgo de este atolladero prometo ir a pie a Caacupé”. Caminar hasta la Villa Serrana para obviar del embotellamiento no es pago de promesa. Es el camino que estamos tomando por la inoperancia de las autoridades.
En guaraní tenemos la frase “¡De dónde!” aportada por el castellano que no puede ser más eficaz para las obras interminables. Significa ausencia total, exclamación cuando se busca algo y no se encuentra. Eso mismo pasa con los asuncenos cuando ven un cartel de “hombres trabajando” ¿y los obreros? ¡De dónde! No precisamente son invisibles. Nunca están.
pgomez@abc.com.py