Invi$ible

En 1897 un periódico británico mensual de nombre Pearson’s Magazine publicaba por entregas una historia de H. G. Wells. Era sobre un científico humilde de nombre Griffin que estaba convencido de que un ser humano podía volverse invisible. Tan obsesionado estaba con su teoría que experimentó con él mismo: Consiguió volverse invisible y se dedicó a robar a los vecinos de una comarca con anécdotas que rayaban entre el suspenso y lo burlesco. Lo inesperado fue cuando el científico Griffin quiso volver a ser visible... y ya no hubo caso.

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Tuvieron tanto suceso las andanzas que al final Wells terminó convirtiendo en libro, “El hombre invisible”, las andanzas de un científico probo y correcto, invisible: Nadie lo veía pero todos sabían que existía.

Así de invisible se volvió el argentino Ibar Pérez Corradi en Paraguay. Pasó los últimos cuatro años viviendo en un país pequeño, donde los más mínimos detalles no pasan desapercibidos ante los ojos de las comadres, las comisarías, las iglesias y los corrillos de chismosos. Nadie lo vio, y si algunos lo vieron recibieron mucha plata para no verlo... Fue invi$ible.

Vivió en casas rodeado de muchos vecinos, comerció, compró, vendió y hasta sacó documentos legales de contenido falso. No se escondió, no simuló ser un campesino un poco huraño escondido en Aguapety Tranquera: Se metió en uno de los más exclusivos countries del país, con seguridad reforzada, y vivió allí. Después alquiló departamentos, casas, se enamoró, fecundó y se convirtió dos veces en papá.

Mientras en Argentina lo buscaban desesperadamente, acusado de lavado de dinero, tráfico de drogas y autor moral de tres asesinatos, Pérez Corradi discurría su vida entre Asunción y Ciudad del Este igual que el hombre invisible: Algunos sabían que existía... pero nadie lo veía.

Si el sistema de seguridad del Paraguay no da unas buenísimas explicaciones, con nombres, apellidos y rangos, significa que todavía hoy y bajo el gobierno de Horacio Cartes –igual que en el de Stroessner– seguimos siendo aguantaderos de criminales a cambio de plata.

El caso Pérez Corradi es emblemático para la Argentina pero para Paraguay es una descomunal vergüenza, una burla a nuestro sistema de seguridad, un pito catalán a lo que conocemos como sistema de inteligencia. Está bien que Pérez Corradi vaya pronto a la Argentina a ser juzgado, pero antes la justicia tiene que contar quiénes lo encubrieron por plata.

Seguimos aguardando los nombres y apellidos –y las destituciones– de quienes lo protegieron. Y más vale que lo hagan pronto y que sea creíble, porque si creen que vamos a dejar de preguntar quiénes fueron... grande se equivocan.

Da miedo, en serio, cómo se convirtió en invisible una persona con alerta roja internacional y tres órdenes de captura. Nadie lo vio pero parece que todos sabían que existía. Todos, menos el sistema de seguridad e inteligencia de la República del Paraguay.

mabel@abc.com.py

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