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Los neurocientíficos no explican en qué zona del cerebro se halla la intuición. Algunos dicen que se encuentra en el hemisferio derecho, mientras que el izquierdo es racional y objetivo. En la década de los sesenta, Paul D. Mac Lean difundió los tres subsistemas cerebrales que son el reptiliano, el límbico y la neocorteza cerebral. El reptiliano es el más antiguo y primitivo. Aquí radican los instintos primarios como el hambre, el sexo, el miedo, los celos y el deseo. Posteriormente, llegamos al sistema límbico, donde se albergan la afectividad, los sentimientos y la memoria. La última etapa en que evolucionó el cerebro es la neocorteza, donde se desarrolla la inteligencia, el intelecto y la razón. La neocorteza es el centro de la autoconciencia, la voluntad y la elección. Es el cerebro superior, que nos otorga la sabiduría de lograr las metas, frenando los impulsos y controlando las emociones negativas.
La intuición es como un sexto sentido, aunque los estudiosos afirman que poseemos mucho más que cinco sentidos y que no exploramos ni utilizamos en su máxima potencialidad. Desde luego que siempre se nos dijo que usamos muy poco nuestra capacidad cerebral. Si nos dedicáramos a profundizar en este sentido, llegaríamos a tener un supercerebro, con lo cual potenciaríamos la salud, la felicidad y el equilibrio emocional.
Por otro lado y siguiendo con la intuición, podemos afirmar que todos estamos diseñados para ver el futuro, para ser felices, sanos y exitosos. Todos podemos ser intuitivos y a la velocidad del rayo láser, descubrir la verdad, la mentira, la buena o mala fe de las personas. Nuestras corazonadas no podrán equivocarse.
En el segundo punto queremos analizar la reflexión, que es un ejercicio mental que nos lleva a profundizar las cosas, mirando del derecho y del revés, haciendo un balance. Necesitamos tomar tiempo y con calma, estudiar los hechos y acontecimientos de la vida cotidiana. La realidad que nos toca vivir, a nivel personal y social. Cuántos problemas podríamos evitar si meditamos y reflexionamos antes de hablar o actuar presurosamente. El ritmo actual no nos permite casi darnos el lujo de pensar en el pensamiento o prever las consecuencias de nuestras conductas indebidas. Sin embargo, cultivando la serenidad, la paciencia, la templanza y la fortaleza espiritual, podemos arribar a mejores puertos. La reflexión es una actividad cerebral tan importante para cada acto de la existencia.
Finalmente, arribamos al punto decisivo que es la conciencia. El gran poder de conocer y percibir la realidad, sin fantasías ni engaños. Como individuos responsables de nuestros actos tenemos que decidir con responsabilidad y raciocinio. Esto exige una formación intelectual, ética y moral.
Todo eso, es tener conciencia, que nos llevará finalmente a cambiar las realidades presentes a un mejor futuro.
blila.gayoso@abc.com.py