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Atrás quedaron los tiempos de la edulcorada pirotecnia verbal que genera simpatía electoral. Ahora asoma descarnada la realidad de las necesidades políticas; de dirigentes partidarios de los más distintos estamentos que necesitan que estos mismos jueces sigan en sus cargos para asegurar que se mantenga el estado de cosas. Que los procesos sigan siendo demorados usando los bucles normativos o que aun con abrumadoras pruebas legisladores sigan ocupando bancas en el Congreso.
En ese análisis de necesidades no tiene espacio el fortalecimiento institucional. Realmente en ese esquema no existen instituciones, sino feudos donde es más importante tener a afiliados que puedan evitar condenas o recaudar para las autoridades de turno.
No es casualidad que los liberales, que tienen a senadores, exministros y funcionarios administrativos procesados, ahora se opongan al juicio político. Tampoco es extraño que los sectores de izquierda a inicios de semana hayan planteado la necesidad de hacer un reparto equitativo de los cargos en la instancia suprema de la justicia o que la disidencia colorada también se oponga al enjuiciamiento. Todos responden al mismo principio. Buscan tener a un afiliado que llegado el momento podrá ajustar los procesos judiciales para librar al correligionario del castigo judicial.
Las negociaciones políticas en la Cámara de Senadores se manejan en esos límites. Por eso es tan importante sentar a los dirigentes políticos o hasta a los poderes del Estado, como planteó alguna senadora. Solo así cada sector tendrá espacio para pelear por tener su propio juez.
Lejos de esas discusiones están las necesidades ciudadanas de mejor justicia. En ellas no se debate la idoneidad o la conducta, se miran afiliaciones o se revisa la permeabilidad de los candidatos para atender los pedidos del dirigente de turno.
A mitad de semana, el presidente Horacio Cartes prefirió tomar distancia de estas negociaciones. Dejó en claro que la decisión queda en manos del Congreso. Sabe que enredarse en una discusión ajena podría tener implicancias no deseadas para el futuro de su proyecto político. Además la estructura judicial vigente no tiene mayor alineamiento con el Ejecutivo.
Cartes se alejó del debate y tomó el camino inverso pensado en sus necesidades políticas en el mediano plazo. Desde hace algunas semanas empezó de nuevo sus visitas al interior para mostrarse cerca de la gente como un Mandatario preocupado por las cuestiones cotidianas de su gente. Ese había sido su estilo en los inicios de mandato. Fue allí donde tuvo su mejor imagen de gobierno.
Ahora en tiempos de campañas y de recomposición de poder recurre a la misma fórmula, esperando que los resultados sean los mismos. Sabe que los tiempos corren de prisa y necesita con urgencia armar un equipo político propio que le asegure mantener su modelo de gestión más allá de 2018.
Por ahora, la discusión por los cambios en la Corte Suprema de Justicia no lo entusiasman. Eso no implica que la composición final no le interese. Discutir nombres será otro tiempo y ahí entrará de lleno.
En este contexto de necesidades compartidas en la Cámara de Senadores y cierto desinterés del Poder Ejecutivo el proceso de juicio político parece condenado a tener que andar un largo camino que por ahora tiene un final incierto.
ogomez@abc.com.py