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Se trata de la calle Regalado Amarilla, que une la compañía Caacupemí con Isla Valle, que en los últimos años fue convertida en vertedero clandestino y guarida de motochorros.
Pero el jefe comunal trató de solucionar “avivadamente” el problema vecinal ordenando cavar una fosa con un tractor y enterrar la basura.
La intervención poco feliz del intendente no solo dejó el sitio en peores condiciones, sino que desencadenó en la reacción de las comisiones vecinales de Caacupemí e Isla Valle.
Los vecinos elevaron su voz de protesta urgiendo que la municipalidad limpie los costados de la vía convertidos en basurales y guarida de delincuentes, quienes actúan amparados por el sitio desolador y oscuro, aprovechando para interceptar y atacar a sus víctimas con mucha facilidad.
Los vecinos unidos de ambas compañías cuentan con un interesante proyecto de recuperar el sitio y convertirlo en ciclovía.
Sin embargo, la intendencia no acompaña este plan y recurre a lo más fácil: cavar una fosa y enterrar los residuos, alterando incluso el medio ambiente casi al pie del contaminado lago Ypacaraí.
Rosalba Maldonado, secretaria de la comisión vecinal “María Auxiliadora” de Caacupemí, incluso presentó una denuncia ante la Secretaría del Ambiente (Seam) y la Fiscalía del Ambiente contra el intendente Leiva por su irresponsable accionar. Hubo tibios intentos por parte de alguno que otro miembro de la Junta por acompañar el pedido de los vecinos, pero el sitio continúa en vergonzoso estado de abandono.
Si ante este tipo de casos las autoridades no son capaces de responder a las necesidades de la comunidad, en los próximos comicios no merecen un solo voto.
arnaldo.espinola@abc.com.py