Impuestos directos e indirectos

El Manifiesto Comunista publicado en 1848 tenía un programa de diez puntos; el primero era la aniquilación de la propiedad privada y el segundo la creación del impuesto a la renta personal. Hoy muchos han olvidado de dónde surge el desprecio por los derechos de propiedad y la devoción por el impuesto a la renta. Pero, al igual que todo el programa marxista, la propiedad estatal y el impuesto a la renta resultaron un fracaso. Si los países ricos hubieran aplicado este impuesto hace 150 años, jamás se hubieran desarrollado.

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Los estatistas criollos a menudo aseguran que el impuesto a la renta personal es el más justo. ¿Qué es un impuesto justo? En filosofía moral, un impuesto es justo si se lo utiliza para preservar un orden social justo. En economía, en cambio, se define el "impuesto neutro" como el que afecta lo menos posible a la producción. Todos los impuestos frenan la producción al extraer recursos del sector privado (productivo) para utilizarlos en el sector público (improductivo), pero algunos son más perjudiciales que otros. Son un mal necesario porque los gobiernos necesitan recaudarlos para proteger los derechos y bienes de las personas.

Los impuestos se dividen comúnmente en directos e indirectos. Los directos son los que gravan la manifestación directa de la capacidad contributiva, como el patrimonio, la herencia y la renta, y los indirectos son los que gravan la manifestación indirecta de la capacidad contributiva, como los gastos de consumo. ¿Cuáles son más neutros?

Los socialistas, siguiendo a Marx, dejaron de lado el problema económico de la neutralidad y difundieron el mito de que los impuestos directos son los más justos, porque pagan más los que más tienen. ¿Pero afectan menos a la producción los impuestos directos? Por el contrario, estos son los que más frenan la producción porque disminuyen el ahorro y la inversión, que son los motores del crecimiento económico y la creación de empleos.

Al gravar las ganancias, el impuesto a la renta deprime el ahorro y restringe el capital en la economía porque cuanto más gana una persona, mayor es la proporción de su ingreso que dedica al ahorro. Los bienes de capital que restringe el impuesto son los que crean empleos y permiten producir más en menos tiempo, aumentando la productividad del trabajo y los salarios. Si la tasa de capital crece menos que la población, el resultado es la caída del ingreso y el salario real. ¿Puede ser más justo un impuesto que aplasta el nivel de vida?

El impuesto a la renta inevitablemente deprime la capitalización y empobrece a los pueblos. Es contrario al bienestar social. Al igual que otros mitos socialistas que alimenta la envidia, el impuesto a la renta, que supuestamente quita más a los más ricos, en realidad, castiga más a los más pobres. No es neutro porque frena la inversión, promueve el desempleo e impide avanzar a los que tratan de progresar. ¿Qué justicia puede haber en frenar el dificultoso ascenso de la clase media?
En cambio, los impuestos indirectos como el IVA y el selectivo al consumo, que algunos consideran injustos, son impuestos más neutros que los directos porque desalientan el consumo, no la producción. El contribuyente tributa en proporción a lo que gasta o consume, no a lo que gana. Y cuánto menos gasta, menos tributa y más puede ahorrar. En la economía, gran parte de lo que no se consume se destina al ahorro en bancos y mercados de capitales, para luego pasar a financiar la producción.

Los impuestos indirectos, si bien en alguna medida también frenan la economía, no tienden a desalentar el ahorro y la capitalización, ni perjudican en exceso la producción, la creación de fuentes de trabajo, el alza de los salarios y el mejoramiento del nivel de vida. Estos impuestos son más justos que los directos porque afectan menos el bienestar social.

Los que dicen querer ayudar a los más necesitados deben entender que la pobreza es consecuencia de la falta de capital, no de la explotación de los ricos como adoctrinaba Marx. Y la única forma de traer prosperidad a un pueblo es aumentando la demanda de trabajo y los salarios, para lo cual es forzoso incrementar el ahorro y la inversión, a lo que se oponen los impuestos directos.


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