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La ciudad de Alberdi, con sus 10.000 vecinos protegidos por un anillo de defensa construido con una inversión de más de 10 millones de dólares, vive una angustiante situación tras el derrumbe de una parte del muro que la protege. Ningún eslabón del Gobierno se salva de la crítica ante tanta desidia.
Las autoridades locales que advirtieron sobre las grietas en el dique, inmediatamente debieron aplicar medidas de protección aislando el lugar e impidiendo que los vehículos sigan transitando. Paralelamente tendrían que exigir enérgicamente el auxilio inmediato del gobierno departamental y las autoridades nacionales.
La declaración de Emergencia Distrital por parte de los concejales y el tímido pedido inicial al Ministerio de Obras Públicas y otras instituciones, no lograron conmover a los secretarios de Estado y la ayuda tardó.
La Gobernación de Ñeembucú que sí cuenta con un lote de máquinas viales y recursos para casos de emergencia, se limitó a una visita de observación a la zona dañada y se desentendió del problema. Aducen carencia de técnicos y maquinaria.
Para completar el oscuro panorama y ante la desesperación de los vecinos, luego de más de 10 días del primer SOS, el MOPC se dignó en enviar un par de máquinas para iniciar la reparación.
La tardía e insuficiente presencia de la maquinaria, en vez de ayudar a superar el inconveniente, lo agravó notoriamente.
Es más que probable que el peso de la retroexcavadora instalada sobre el dique y que terminó cayendo aparatosamente desde gran altura, haya contribuido a concluir el derrumbe de la ya debilitada estructura, mostrando la improvisación que reinó a la hora de realizar estos trabajos.
Esperemos que no sea demasiado tarde para rectificar rumbos y reconstruir el estropeado muro, hoy sinónimo de temor para los alberdeños.
Este es un examen que las autoridades deben aprobar. Están en juego la vida y los bienes de miles de paraguayos del Ñeembucú, que ya están cansados de vivir en el olvido y la marginación.
clide.martinez@abc.com.py