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Este libro no solo produjo su impacto (la segunda edición fue de 5.000 ejemplares, algo insólito en Paraguay), sino que rebrotó en otros dos libros suyos más extensos y profundos de los que he escrito en los dos últimos lunes pasados: el libro “Curación social” (Hacia nuevos métodos anticorrupción) (2011) y la “Teoría General de la Corrupción” (2015).
Son libros de máxima actualidad, especialmente interesantes y oportunos dada la expansión acelerada que la corrupción y la impunidad adquieren en nuestro país. El jueves pasado, este diario ABC Color daba la triste reiterada noticia de que la organización mundial “Transparencia Internacional” clasifica a Paraguay como el segundo país más corrupto de América Latina, solo nos gana el campeonato el desintegrado y destruido país regido dictatorialmente por el Socialismo del siglo XXI, en manos del corrupto y déspota presidente Maduro. Y días pasados, una autoridad del Partido Republicano (Colorado) pretendía justificar lo injustificable diciendo que “las irregularidades en documentos y administración pública es parte de nuestra cultura”. Por lo visto, si lo dice un político en ejercicio y cargo significativo, nuestra cultura política está bien embarrada.
Al relacionar la ignorancia con la corrupción no me estoy refiriendo solamente a que los corruptos ignoran conscientemente, a sabiendas y con toda su intención bien activa, la Constitución Nacional, las leyes, el Estado de derecho, los derechos de los demás, la justicia, el respeto a la ciudadanía y su propia dignidad y conciencia; nos estamos refiriendo también a la ignorancia de la ciudadanía, la de muchos ciudadanos.
Blanco León analiza el concepto de ignorancia, recoge la definición del diccionario de la Real Academia Española de la Lengua: “Todo desconocimiento sobre cualquier actividad en el mundo de los humanos”.
La ciudadanía desconoce qué es la corrupción, su verdadera naturaleza, sus causas y origen, sus efectos; desconoce cómo cristaliza y se instala el sistema de la corrupción, qué rol juegan las leyes y todo el cuerpo jurídico; desconoce cómo defenderse no ya de los corruptos, de cada uno y todos ellos, sino sobre todo ignora cómo deshacerse y desmontar el sistema enraizado en los tres poderes del Estado; la ciudadanía no sabe cómo organizarse para que la sociedad civil, el pueblo soberano, organice su poder, el poder que le corresponde según la Carta Magna y que él cede a los que elige para que gobiernen y administren el Bien Común; la ciudadanía desconoce que tenemos un sistema legal, unas leyes insuficientes, deficientes y vulnerables, vulnerabilidad, deficiencia e insuficiencia que los corruptos usan para sostener su sistema de corrupción.
Es iluminadora la tipología de ignorantes que nuestro investigador describe. El tema da para seguir profundizándolo y sentirnos desafiados a buscar cómo enfrentar esta grave situación de progresivo imperio de los corruptos.
El mismo autor dice que los educadores no podemos eludir la responsabilidad. La ignorancia es madre de todas las pobrezas, desde la pobreza biológica hasta la pobreza económica, incluyendo la pobreza cultural, moral, social y política. Para erradicar la ignorancia no se trabaja sobre la ignorancia, se trabaja con la información, los conocimientos y los saberes. Educar es construir, no es demoler, es desarrollar potencialidades y cualidades, no es eliminar defectos. La ignorancia se vence con sabiduría. Es la misma estrategia para todos los valores. No se trabaja contra los antivalores, se construye desarrollando valores, ayudando a experimentar la satisfacción que generan, porque los valores no se asimilan de memoria, sino por experiencia gratificante. La corrupción debe ser identificada y conocida, pero la educación debe desarrollar la adhesión y placer de la honestidad, integridad, justicia, fidelidad a la ley y la solidaridad con los demás.
jmonterotirado@gmail.com