Hurra

Hay que reconocer que los últimos gobiernos han desplegado un insólito sistema de comunicación interna y estrategia de recursos humanos cuando hablamos de prescindir de sus colaboradores de primera línea.

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A saber, las destituciones han cobrado forma de mensajes de texto (era Lugo), de trinos a través de la red social del pajarito azul (Bacigalupo, vía Twitter) hasta una poco honrosa destitución pública (Francisco de Vargas, liberal) demandada, hurreros de por medio, al presidente Horacio Cartes en la convención del Partido Colorado.

Mi casa de infancia se erigía a dos cuadras de la Seccional 18 en Barrio Obrero; cuando corría la noticia de que Stroessner o algún otro pope stronista visitaría el tinglado, veía cómo los “mayores” del barrio preparaban sus gargantas para las hurras correspondientes con las que se ganarían sus guaraníes, caña y una nada despreciable lata de vaca’i. Hoy, los tiempos son otros y los profesionales de la lisonja verbal de alto decibel corren otra suerte. Basta con vociferar loas a la reelección para ganarse un alto cargo en la función pública.

Fue así que, por ejemplo, que Cartes desconvocó de su selección a Francisco de Vargas dejándolo en ridículo público y fuera del Ministerio del Interior luego de ser cuestionado públicamente por hurreros colorados por no contar con un gabinete ídem. Como si fuese que el Gobierno es propiedad y empresa de la ANR, el Presidente “obedeció” a la roja turbamulta y humilló a su ministro.

La gestión de De Vargas en su combate a la delincuencia dejaba mucho que desear. Sin embargo, la forma en que fue destituido no habla mal de él, sino de lo poco estadista del Presidente de tomar decisiones en caliente y presionado ante el temor de una caterva enardecida.

El puesto vacante fue ocupado por Tadeo Rojas, cuyo mérito fue abogar por la reelección de Cartes durante el acto de apertura de la Expo Frutilla de Areguá, en agosto de este año. ¿De qué forma? Hurrereando.

Estos argumentos antojadizos son los que acrecientan el temor instalado en la ciudadanía. Si un especialista en seguridad interna como De Vargas no logró tener éxito en el combate a los motochorros y a la inseguridad, menos podrá Rojas de quien no se tienen noticias de una brillante gestión en las funciones que hasta hoy le ha tocado desempeñar.

Se trata solo de un político invadiendo un espacio que necesita de especialistas y estrategas para proteger a la cada vez más vulnerable clase trabajadora que no sabe si al salir de sus casas volverá sana y salva o será blanco de criminales que viajan con la credencial de la muerte en dos ruedas.

Así no funcionan ni funcionarán nunca las cosas. Un estado no se construye con gobernantes poco estadistas que ceden ante la presión de las masas que se guían solo por un color. Ahora restará esperar que Rojas, cuyo apellido coincide con el color que quieren ver los seccionaleros en los ministerios, sea tan bueno combatiendo la inseguridad como lo fue haciendo hurras. Cartes ha cambiado lo inservible por algo peor.

mescurra@abc.com.py

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