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Al no existir definiciones a nivel de los responsables de la política departamental y distrital, el resultado es una disputa constante entre los pobladores que desean proteger su estilo de vida y un ambiente sin mayores transformaciones y los empresarios agrícolas.
Fundamentalmente los productores de arroz, que ven en los humedales del Ñeembucú una oportunidad para lograr excelentes rendimientos.
Sin una definición clara de las autoridades, que prácticamente ignoran este tema, la discusión y la lucha se trasladan a los empresarios que buscan instalarse en la zona, y los ambientalistas, apoyados por los vecinos que se manifiestan en desacuerdo.
Esta división tenderá a profundizarse si los representantes del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG), la Secretaría del Ambiente (SEAM), la gobernación y los municipios, apoyados por organismos técnicos, no promueven un análisis de los beneficios y daños que causaría el avance de los arrozales.
Las autoridades podrían acudir a la Universidad de Pilar y otras instituciones de educación superior para lograr el imprescindible soporte técnico.
Seguir desconociendo la trascendencia que tienen los arrozales y su impacto en esta frágil zona de humedales es pecar de ignorantes e improvisados.
En cambio, promover una mesa de diálogo con técnicos, autoridades y afectados, tomando decisiones justas y equilibradas, convertiría al Ñeembucú en el primer departamento que planifica el futuro, legando una política de desarrollo sustentable a las generaciones venideras.
Planificamos y actuamos organizadamente, o seguimos improvisando y que la política de los hechos consumados haga desaparecer uno de los últimos santuarios naturales del país, enriqueciendo a unos pocos, a la par de condenar al destierro a los antiguos vecinos de la zona.
clide.martinez@abc.com.py