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No hace falta entrar en detalles: el expresidente Lula da Silva fue condenado a doce años de prisión por hechos de corrupción. Se le acusa de haber recibido un apartamento de una constructora involucrada en una red de sobornos de la compañía estatal Petrobras. La pena, originalmente de 9 años y seis meses de cárcel, fue aumentada luego a doce años. La red de sobornos puesta al descubierto después de varios años de investigación, está considerada la más grande de toda la historia del Brasil con tentáculos en varios países del continente.
En nuestro país, al conocerse la noticia, varios legisladores del Frente Guasu y de Unace, se solidarizaron con el expresidente brasileño; una adhesión trágicamente cómica ya que son los mismos legisladores que votaron una ley que les blinda de toda posible persecución por parte de la justicia. Es decir, crearon una nueva casta dentro de la República por encima de toda la ciudadanía ya que se sustrajeron del brazo de la justicia rompiendo el principio democrático de que todos los ciudadanos somos iguales ante la ley. Ellos no; ellos son únicos y mejores.
A propósito de este tema y la posibilidad de que el presidente de un país cualquiera pueda ser llevado a los tribunales, el diario “El País” de Madrid acaba de publicar una larga e ilustrativa entrevista con John Dean, el abogado de la Casa Blanca durante el caso del Watergate. A pesar de ello, terminó testificando contra el presidente Richard, quien no llegó a los tribunales pues renunció antes que ello sucediera.
El tema de imputar a un presidente en ejercicio adquirió actualidad en los Estados Unidos a raíz de las investigaciones que se están realizando en torno a Donald Trump por una posible complicidad con Rusia que influyó en los resultados de las últimas elecciones presidenciales; se le suman varias historias de carácter sexual con una actriz porno y una modelo de la revista Playboy. Si bien la primera es más importante, según Dean las historias de tipo sexual tienen mayor impacto en la atención de la gente.
John Dean hace una comparación entre Nixon y Trump: el primero llegó a la presidencia después de una larga carrera como político y con un gran conocimiento de la materia, mientras Trump llegó con las alforjas vacías. Y valorando su carrera como presidente dijo: “Muchos de los errores [cometidos por Trump] son por estupidez, cree que puede fiarse de su instinto y hacer lo que le parezca. Está rompiendo todas las normas que son los guardarraíles de nuestra democracia”. Cualquier parecido con nuestra realidad no creo que sea fruto de la mera coincidencia.
En la misma entrevista Dean afirma que, de acuerdo a su entender, un presidente puede ser imputado. Y dice: “Los presidentes tienen inmunidad civil por todas sus acciones como presidente. No tienen ninguna inmunidad para actos privados. Si un presidente se escapa del Servicio Secreto, se emborracha y atropella a alguien en Pennsylvania Avenue (la avenida sobre la cual se encuentra la Casa Blanca) se le puede imputar. Pero si la caravana del presidente atropella a alguien, no le pueden imputar”.
Independientemente de todas estas consideraciones, lo primero con lo que se debe contar es con una justicia independiente y jueces honestos. Por lo que me temo que tendremos que seguir mirando la fiesta en el patio del vecino por encima de la muralla.
jesus.ruiznestosa@gmail.com