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Le debemos a esta joven cineasta la proeza de instalar el nombre del país en un acontecimiento artístico mundial. De sus manos, el Paraguay se elevó por encima de sus infortunios morales que le acosan sin descanso.
En el mismo instante en que los piratas copiaban "El código Da Vinci" para lanzarlo al mercado; en el mismo instante en que decenas de camiones transportaban cigarrillos falsificados, rumbo al Brasil; en el mismo instante en que muchos políticos planeaban qué más le pueden sacar al país, Paz Encina recibía el aplauso extranjero como homenaje a su talento.
Desde ahora, Paz Encina se codea con los pocos artistas y creadores paraguayos aplaudidos en el mundo. Hubiéramos querido que fuesen más, pero el país es particularmente mezquino con quienes pueden coronarle de gloria, y tolerante en exceso con quienes empañan y empeñan su nombre. Las condiciones adversas que rodean a los artistas y a los creadores hacen que su triunfo internacional sea una epopeya.
Tengo noticias de que la película trata de una pareja de campesinos que espera el regreso del hijo de las trincheras chaqueñas. Tal vez sea la misma esperanza de tiempos mejores que alienta desde siempre al país. Ignoro si el hijo ha regresado. Tal vez no, para que se corresponda con la historia colmada de vanas esperas.
En la fotografía publicada por los diarios veo a los dos únicos actores de la película: Georgina Genes y Ramón del Río. Ella, sentada en la hamaca en un claro del bosque, con los ojos clavados en el suelo. El, de espaldas a su esposa, mira el cielo con las manos que acarician el sombrero. Son dos actitudes frente a la espera. Tal vez la madre ha renunciado a la esperanza, por lo menos en algunos instantes de su vida. El más vigoroso optimismo suele tambalearse cuando la realidad golpea sin misericordia.
Entiendo que Paz Encina se apoyó en el talento de estos actores para lucir el suyo. Me alegro también por los actores cuyas imágenes estuvieron en el primer plano del festival y en la primera plana de la prensa. Mi amigo Ramón del Río ya estuvo personalmente en Francia para recibir el Premio Molière. Este y el de Cannes, y cuantos pudieran venir, se los merece sobradamente. Artista de pies a cabeza, del derecho y del revés, en un país distinto Ramón estaría sentado a la diestra del más pintado actor enseñándole talento, bondad, modestia, honestidad. Eso sí, que a ese pintado actor no le mueva la curiosidad de conocer la edad de su distinguido vecino; que no intente desvelar el único secreto mejor guardado del país. No lo conseguiría nunca.
Ignoro el método de trabajo de Paz, pero hay actores y actrices que inspiran al director o al libretista. Son el soporte de la creación, el músculo de la mente inventiva. Un mal actor puede echar a pique la mejor propuesta teatral o cinematográfica; uno bueno, esconde las carencias del director.
En "Hamaca paraguaya" parece que se ha dado la conjunción de talentos. Se ha elogiado el diseño escénico de Carlos Spatuzza, la música de Oscar Cardozo Ocampo y la edición de Miguel Schverdfinger.
El otro protagonista del film es el guaraní, idioma conocido en Francia mediante Augusto Roa Bastos, Rubén Bareiro Saguier, Delicia Villagra, entre varios.
Es de esperar que el éxito internacional de esta película aliente a los demás creadores paraguayos del género. Cada vez hay más, y cada vez son mejores.
Se anuncia para setiembre el estreno de "Hamaca paraguaya". Con sus antecedentes, se aguarda que también aquí tenga el mismo éxito que en Cannes. Por de pronto, nos queda el deseo de ver una obra de arte que prestigia al país.
alcibiades@abc.com.py
En el mismo instante en que los piratas copiaban "El código Da Vinci" para lanzarlo al mercado; en el mismo instante en que decenas de camiones transportaban cigarrillos falsificados, rumbo al Brasil; en el mismo instante en que muchos políticos planeaban qué más le pueden sacar al país, Paz Encina recibía el aplauso extranjero como homenaje a su talento.
Desde ahora, Paz Encina se codea con los pocos artistas y creadores paraguayos aplaudidos en el mundo. Hubiéramos querido que fuesen más, pero el país es particularmente mezquino con quienes pueden coronarle de gloria, y tolerante en exceso con quienes empañan y empeñan su nombre. Las condiciones adversas que rodean a los artistas y a los creadores hacen que su triunfo internacional sea una epopeya.
Tengo noticias de que la película trata de una pareja de campesinos que espera el regreso del hijo de las trincheras chaqueñas. Tal vez sea la misma esperanza de tiempos mejores que alienta desde siempre al país. Ignoro si el hijo ha regresado. Tal vez no, para que se corresponda con la historia colmada de vanas esperas.
En la fotografía publicada por los diarios veo a los dos únicos actores de la película: Georgina Genes y Ramón del Río. Ella, sentada en la hamaca en un claro del bosque, con los ojos clavados en el suelo. El, de espaldas a su esposa, mira el cielo con las manos que acarician el sombrero. Son dos actitudes frente a la espera. Tal vez la madre ha renunciado a la esperanza, por lo menos en algunos instantes de su vida. El más vigoroso optimismo suele tambalearse cuando la realidad golpea sin misericordia.
Entiendo que Paz Encina se apoyó en el talento de estos actores para lucir el suyo. Me alegro también por los actores cuyas imágenes estuvieron en el primer plano del festival y en la primera plana de la prensa. Mi amigo Ramón del Río ya estuvo personalmente en Francia para recibir el Premio Molière. Este y el de Cannes, y cuantos pudieran venir, se los merece sobradamente. Artista de pies a cabeza, del derecho y del revés, en un país distinto Ramón estaría sentado a la diestra del más pintado actor enseñándole talento, bondad, modestia, honestidad. Eso sí, que a ese pintado actor no le mueva la curiosidad de conocer la edad de su distinguido vecino; que no intente desvelar el único secreto mejor guardado del país. No lo conseguiría nunca.
Ignoro el método de trabajo de Paz, pero hay actores y actrices que inspiran al director o al libretista. Son el soporte de la creación, el músculo de la mente inventiva. Un mal actor puede echar a pique la mejor propuesta teatral o cinematográfica; uno bueno, esconde las carencias del director.
En "Hamaca paraguaya" parece que se ha dado la conjunción de talentos. Se ha elogiado el diseño escénico de Carlos Spatuzza, la música de Oscar Cardozo Ocampo y la edición de Miguel Schverdfinger.
El otro protagonista del film es el guaraní, idioma conocido en Francia mediante Augusto Roa Bastos, Rubén Bareiro Saguier, Delicia Villagra, entre varios.
Es de esperar que el éxito internacional de esta película aliente a los demás creadores paraguayos del género. Cada vez hay más, y cada vez son mejores.
Se anuncia para setiembre el estreno de "Hamaca paraguaya". Con sus antecedentes, se aguarda que también aquí tenga el mismo éxito que en Cannes. Por de pronto, nos queda el deseo de ver una obra de arte que prestigia al país.
alcibiades@abc.com.py