Freno a la sinrazón

Los directivos de la Universidad Nacional de Canindeyú (Unican) dieron una loable muestra de la importancia que tiene la participación de los núcleos sociales como contrapeso de las decisiones políticas, muchas veces descabelladas, que toman los administradores del dinero público. Con un contundente rechazo, el Consejo Superior Universitario frenó la arbitraria decisión que tomó el intendente de Salto de Guairá, Eduardo Paniagua (ANR), de construir una planta de tratamiento de residuos cloacales “a cielo abierto” casi en el patio de dicha casa de estudios, donde todos los días concurren más de 1.000 alumnos. Es como pretender abrir una universidad en medio de Cateura.

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La sinrazón de un político que le gusta imponer sus caprichos, gracias al poder que le otorga el dinero del Estado, esta vez se topó con una barrera infranqueable: la fuerza universitaria.

Al jefe comunal le gusta llevar todo a “tambor batiente” porque durante los cuatro años de su administración convivió con una Junta Municipal débil, sometida y sin protagonismo, que jamás atinó a cuestionar sus proyectos. Mucho menos revisar los costos de las obras o el proceso de adjudicación.

En agosto de este año se conformó un bloque “opositor” dentro de la Junta, que empezó a intentar cumplir el papel de contralor, pero al no tener la mayoría absoluta, el ejecutivo trata de seguir actuando con aire de todopoderoso.

Pero no hay tiranía que puede contra el pueblo. Rápidamente, concejales oficialistas y el propio intendente bajaron sus decibeles cuando la comunidad universitaria se levantó e hizo saber que no está dispuesta a cruzarse de brazos cuando el fruto de la arrogancia podría atentar contra su ambiente y salud.

Lamentablemente, el dinero de los Saltos del Guairá le hizo subir el humo a la cabeza a la Intendencia municipal, donde la transparencia sigue siendo una materia pendiente.

Pero, dentro de un panorama totalitario, la postura de la Unican se yergue en un mensaje alentador. Se puede someter a concejales, auditores y fiscalizadores, incluso comprar la voluntad popular, pero queda claro que la sociedad puede poner barreras a aquellos aprendices de dictador que no terminan de desaparecer.

rduarte@abc.com.py

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