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Cuatro factores están exigiendo un replanteamiento de la educación básica en ciencias de las niñas y los niños.
El primer factor es el hecho de la acelerada y creciente producción científica y tecnológica con descubrimientos e innovaciones, que influyen cada vez más en nuestra vida cotidiana. Queramos o no, las ciencias están metidas cada día más en nuestras vidas. La educación actual para la vida que vivirán los hijos e hijas pequeños debe capacitar para saberse mover con autonomía en ese mundo repleto de ciencias y tecnologías.
El segundo factor es la constatación y el consenso de muchos analistas sobre las nuevas capacidades con que vienen equipados niños y niñas antes ya de entrar en la edad escolar. Se habla de una mayor inteligencia, que se expresa en una incontenible curiosidad con preguntas cada vez más agudas; de una mayor afinidad de ellos con la tecnología moderna; y de un mayor gusto por las complejidades de nuestro mundo.
El tercer factor es el fracaso de la educación científica que se ofrece en las instituciones educativas sobre todo en los niveles de educación inicial, escolar básica y media. A medida que van pasando de cursos hacia el final de bachillerato va creciendo el temor a las ciencias hasta llegar incluso al aborrecimiento del estudio de las mismas. Son muy pocos los que optan por bachillerato científico en los colegios y por carreras propiamente científicas en las universidades. ¿Por qué decrece el interés de los niños, niñas y adolescentes hacia las ciencias?
El cuarto factor es que la investigación pedagógica está desarrollando nuevas didácticas para la educación, formación y capacitación en ciencias, hasta el punto de decirse que existe "la ciencia de enseñar ciencias" (Izquierdo y Sanmartí 2001; Gallego Badillo, Gallego Torres y Pérez Miranda 2002). Un dato que corrobora el interés por esta investigación sobre las didácticas de las ciencias es el número de revistas sobre "educación científica" y sobre "didácticas de ciencias" que han aparecido en los últimos años en muchos países.
La conclusión ante estos factores es doble y consensuada: es importantísima la educación científica desde los primeros años de vida y hay que enseñar las ciencias de otra manera.
Es importantísima para cada niña, niño y su futuro, pero lo es también para el país. La Declaración de la "Conferencia Mundial sobre las Ciencias para el siglo XXI" (1 de julio 1999), auspiciada por la UNESCO y el Consejo Internacional para la Ciencia, dice en el Preámbulo que "para que un país tenga la capacidad de abastecer las necesidades básicas de su población, la educación en ciencias y tecnologías es una necesidad estratégica".
En el "Club de niños, niñas y adolescentes investigadores" de la ONG Paideia, hemos constatado que una buena pedagogía y una didáctica de las ciencias actualizada, participativa, activa, con acceso a las ciencias desde la experiencia vivencial, con la exploración, la indagación y la investigación en la acción directa de los socios, acrecienta la curiosidad, el placer de investigar, el entrenamiento en diferentes formas de pensar y el entusiasmo por las ciencias como camino apasionante de conocer y comprender las realidades recónditas, analizadas desde la física, la química y la biología.
Introducir nuevas propuestas pedagógicas en la educación infantil para el ámbito de las ciencias no tiene como meta principal agregar conocimientos a los niños y niñas o enseñarles ciencia en el sentido tradicional, tal como se hace en los otros niveles de la educación, sino sobre todo desarrollar sensibilidad, actitudes, habilidades y competencias científicas, de manera que aunque cambien los conocimientos, las niñas y niños que se entrenan en estas nuevas maneras de explorar e investigar estén en condiciones de renovarlos, crecer en entusiasmo y afrontar más tarde los desafíos del deseado y necesario desarrollo científico del país.
Uno de los caminos más seguros para instalar la cultura de la innovación es ayudar a que los niños, niñas y adolescentes desarrollen su pensamiento científico, crítico y creativo, al mismo tiempo que asimilan la convicción de creer en ellos mismos, en que siempre se puede más y en su incalculable potencial de alcanzar la calidad hasta los niveles de la excelencia.
El primer factor es el hecho de la acelerada y creciente producción científica y tecnológica con descubrimientos e innovaciones, que influyen cada vez más en nuestra vida cotidiana. Queramos o no, las ciencias están metidas cada día más en nuestras vidas. La educación actual para la vida que vivirán los hijos e hijas pequeños debe capacitar para saberse mover con autonomía en ese mundo repleto de ciencias y tecnologías.
El segundo factor es la constatación y el consenso de muchos analistas sobre las nuevas capacidades con que vienen equipados niños y niñas antes ya de entrar en la edad escolar. Se habla de una mayor inteligencia, que se expresa en una incontenible curiosidad con preguntas cada vez más agudas; de una mayor afinidad de ellos con la tecnología moderna; y de un mayor gusto por las complejidades de nuestro mundo.
El tercer factor es el fracaso de la educación científica que se ofrece en las instituciones educativas sobre todo en los niveles de educación inicial, escolar básica y media. A medida que van pasando de cursos hacia el final de bachillerato va creciendo el temor a las ciencias hasta llegar incluso al aborrecimiento del estudio de las mismas. Son muy pocos los que optan por bachillerato científico en los colegios y por carreras propiamente científicas en las universidades. ¿Por qué decrece el interés de los niños, niñas y adolescentes hacia las ciencias?
El cuarto factor es que la investigación pedagógica está desarrollando nuevas didácticas para la educación, formación y capacitación en ciencias, hasta el punto de decirse que existe "la ciencia de enseñar ciencias" (Izquierdo y Sanmartí 2001; Gallego Badillo, Gallego Torres y Pérez Miranda 2002). Un dato que corrobora el interés por esta investigación sobre las didácticas de las ciencias es el número de revistas sobre "educación científica" y sobre "didácticas de ciencias" que han aparecido en los últimos años en muchos países.
La conclusión ante estos factores es doble y consensuada: es importantísima la educación científica desde los primeros años de vida y hay que enseñar las ciencias de otra manera.
Es importantísima para cada niña, niño y su futuro, pero lo es también para el país. La Declaración de la "Conferencia Mundial sobre las Ciencias para el siglo XXI" (1 de julio 1999), auspiciada por la UNESCO y el Consejo Internacional para la Ciencia, dice en el Preámbulo que "para que un país tenga la capacidad de abastecer las necesidades básicas de su población, la educación en ciencias y tecnologías es una necesidad estratégica".
En el "Club de niños, niñas y adolescentes investigadores" de la ONG Paideia, hemos constatado que una buena pedagogía y una didáctica de las ciencias actualizada, participativa, activa, con acceso a las ciencias desde la experiencia vivencial, con la exploración, la indagación y la investigación en la acción directa de los socios, acrecienta la curiosidad, el placer de investigar, el entrenamiento en diferentes formas de pensar y el entusiasmo por las ciencias como camino apasionante de conocer y comprender las realidades recónditas, analizadas desde la física, la química y la biología.
Introducir nuevas propuestas pedagógicas en la educación infantil para el ámbito de las ciencias no tiene como meta principal agregar conocimientos a los niños y niñas o enseñarles ciencia en el sentido tradicional, tal como se hace en los otros niveles de la educación, sino sobre todo desarrollar sensibilidad, actitudes, habilidades y competencias científicas, de manera que aunque cambien los conocimientos, las niñas y niños que se entrenan en estas nuevas maneras de explorar e investigar estén en condiciones de renovarlos, crecer en entusiasmo y afrontar más tarde los desafíos del deseado y necesario desarrollo científico del país.
Uno de los caminos más seguros para instalar la cultura de la innovación es ayudar a que los niños, niñas y adolescentes desarrollen su pensamiento científico, crítico y creativo, al mismo tiempo que asimilan la convicción de creer en ellos mismos, en que siempre se puede más y en su incalculable potencial de alcanzar la calidad hasta los niveles de la excelencia.