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Todos los regímenes autoritarios y totalitarios, sean de izquierda o derecha, promovieron grandes obras de infraestructura. Construyeron, con dinero público de los súbditos o prestado, enormes universidades, colegios, largas rutas nacionales, hospitales y edificios públicos. “Somoza desveliza la estatua de Somoza en el estadio Somoza...”, dice una estrofa de un poema de Ernesto Cardenal. Cada dictador trata de inmortalizarse a través de fastuosas inauguraciones de sus obras, tratando de permanecer en la memoria como grandes emprendedores y líderes de un momento, aunque no transciendan por hacer el bien. Lo cierto es que ninguna placa, monumento, ciudad o edificio que lleve el nombre de un tirano borra las heridas, las violaciones a los derechos humanos o a la afrenta a la inteligencia de todo un pueblo.
El Premio Nobel de Literatura y filósofo Albert Camus nos recordaba que no se puede edificar un totalitarismo sobre las virtudes de los totalitarios, sino sobre las falta de demócratas. Y en plena democracia, faltan demócratas en Paraguay. La polémica surgida en torno a la remoción de la placa stronista del Colegio Técnico Nacional evidencia una falta de formación cívica y apego a la libertad por parte de los adultos. Los alumnos que sacaron el rótulo donde Stroessner impuso su nombre fueron hostigados, criticados y hasta amenazados por padres y profesores, que más que miembros de la comunidad educativa, emulaban a seccionaleros y hurreros que no admitían críticas ni evidencias y que proponían más violencia.
La CVJ recomendó en 2009 la remoción de placas y distintivos que recordaban la barbarie del régimen opresor de 1954 a 1989. En un acto de heroísmo, mezclado con algarabía y celebración luego de la renuncia de una ministra de Educación y la firma de compromiso en el sector por parte del Presidente de la República, los chicos decidieron reivindicar la libertad y remover una placa que solo recuerda la censura, la tortura, la pobreza, el exilio y la muerte. Los chicos que removieron la placa no son vándalos, como lo descalificaron los conservadores, sino héroes de una nueva generación que no tolera el autoritarismo. Sin embargo, en un acto de grandeza, pero con presión y amenazas de por medio, los estudiantes que lograron la hazaña, pidieron disculpas a sus contemporáneos por no haber consultado con todos sobre la remoción.
El problema va más allá de una simple placa stronista en un colegio asunceno. La reacción desproporcional de algunos exalumnos del CTN, de padres y ciertos profesores, evidencian una sociedad todavía defensora del autoritarismo, la prepotencia y del statu quo. No están acostumbrados a disentir, dialogar o debatir. En Paraguay, lo que falta es una remoción de la placa stronista mental que conservan miles de paraguayos, que gracias a la disonancia cognitiva, tapan las atrocidades del régimen despótico, para defender sus “grandes obras”, como rutas, hidroeléctricas, hospitales y escuelas. Apoyan el liberticidio.
La placa stronista removida del CTN es un retrato de la finalización de la transición política. Una etapa que costará mucho, pero que podría influir en la transformación de una sociedad más abierta, tolerante, democrática y crítica.
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