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Esta arteria surgió a principios del siglo XX de la planificación del barrio Obrero realizada por el intendente Pedro Bruno Guggiari, quizás inspirado en los bulevares europeos de las reformas urbanísticas del Barón Haussmann en la París de Napoleón III. Es tal vez el único barrio bien planificado de Asunción con diagonales pensadas para responder en el futuro a la demanda del automóvil, el transporte público y los paseos peatonales en un núcleo poblacional.
En 1957 la Comuna decide nominar la Quinta Proyectada como “Paseo de las Américas” para –con ayuda de embajadas– convertir el sitio en un espacio de esculturas alegóricas y homenajes a los países americanos.
Durante mucho tiempo estuvo abandonado pero a fines de los setenta se conformó un grupo de vecinos, los “Amigos de la Avenida Quinta”, que se encargó de hermosearla con el intendente Porfirio Pereira Ruiz Díaz. Luego lo fueron remozando Carlos Filizzola, Martín Burt y Enrique Riera.
Pero a ninguno se le ocurrió poner en marcha un plan tan enrevesado como el de la administración de Mario Ferreiro. Están levantando prácticamente salones comerciales en plena vía pública, ocupando parte de la calzada. Lo poco que queda del espacio en el hacinado “villorio” lo llenarán con mesas y sillas.
Y lo peor, es una obra peligrosa porque se llega a obstruir la visual para el tránsito. Como si todo fuera poco, arrancaron los bustos que homenajean a personalidades extranjeras por ley de la nación.
La Avenida Quinta en esencia es ideal para grandes aglomeraciones de gente durante encuentros deportivos, artísticos o musicales con cuatro clubes reunidos allí: Cerro Porteño, Nacional, Sol de América y Atlántida.
En ese entorno florecieron restaurantes, parrilladas, las primeras churrasquerías de Asunción, heladerías, bingos, etc. que ahora tendrán que competir con casillas enfiladas como si fueran sanitarios.
Menos mal que el proyecto lo llevan adelante la Dirección General de Desarrollo Urbano, la Dirección de Planeamiento Urbano y el Departamento de Proyectos Urbanos, donde todos –suponemos– han de ser arquitectos y urbanistas.
Antes que un paseo para la ciudad va a ser un nuevo mercado informal consolidado en plena vía pública.
Avenida Quinta está protegida por la Ordenanza 35/96 como un sitio de valor ambiental. Y como tal merece un trato más adecuado, no tan agresivo. Pero que más da, si el mismo intendente y concejales violan las normas.
Podrían haber recurrido a elementos menos dañinos para el enclave y sobre todo que sean temporales o reversibles.
El mentado proyecto de “revitalización” terminará matando un emblemático espacio. Es un culto al mal gusto, una ofensa al urbanismo y al buen gusto para una Capital de una República. En fin, un mamotreto que debería ser replanteado.
pgomez@abc.com.py