Cargando...
De lo que no hay duda es acerca del desagrado y fastidio hacia los políticos. Lo que cabe ahora es saber acerca de las causas de esta situación y de las medidas a tomar.
La primera causa se encuentra en el vínculo de relación entre el ciudadano y su representante. Si no hay este vínculo, no habrá política ni políticos mejores. La democracia representativa requiere de establecer una relación de contacto asiduo entre el elector y su representante que origina la figura del mandato. La ciudadanía como pueblo es el mandante y el candidato elegido como representante es el mandatario.
Se está entonces ante un contrato. El pueblo como mandante confía la gestión de una actividad a otra persona llamada mandatario, el gobernante electo. El sustento del poder en las democracias se encuentra en que el mandante no puede hacer lo contrario de lo que el mandatario considera se debe hacer (en base a la Constitución) y bajo cargo de rendición de cuentas.
Pero para que esto ocurra, se requiere de terminar con el actual modelo electoral basado en las llamadas listas cerradas sábanas. Este sistema lo que mejor hace es promover la lealtad hacia el jefe; este es el que manda (diferente al líder que inspira) porque tiene trato con otro todavía con mejor posición que dispone de los recursos financieros para acometer la campaña electoral.
Pasadas las internas y ya con la lista definitiva del partido, las listas siguen siendo cerradas, lo que nuevamente impide al ciudadano ejercer su derecho a elegir. Las listas cerradas son un obstáculo al nacimiento de un vínculo fundamental en las democracias modernas: la relación directa entre el ciudadano con su representante, el que fue electo para cumplir con las promesas hechas al elector durante su campaña.
La siguiente causa por la cual las elecciones no están funcionando como una protección al ciudadano hacia sus gobernantes, se encuentra en los mismos partidos políticos. Vaciados de contenido ideológico y programático, los partidos se dividen en facciones enemigas entre sí. Sobresalen las disputas personales por privilegios y el acceso al dinero estatal para redistribuirlos entre los grupos dominantes y sus seguidores.
Esta crisis en los partidos políticos también se debe a que fueron creando vínculos clientelares con sus electores y el Estado. Esto hace que sus dirigentes puedan dejar de lado sus promesas sin sufrir muchos costos electorales. Sus apoyos son estables porque su fortaleza está en ofrecer y conseguir a sus adeptos un vínculo material, cargos y oportunidades de trabajo y negocios, que ningún otro sector puede lograr. Por el contrario, un partido político programático y con ideas claras, puede fácilmente ser castigado por el electorado en caso de incumplir lo prometido.
Si bien en esta última elección nacional, el voto cruzado muestra que la ciudadanía tiene una forma de sancionar a los malos gobernantes, ello no es suficiente para llevar a cabo un castigo mayor y ejemplar. Es el modelo electoral y la crisis de los partidos políticos los que no están permitiendo que las elecciones funcionen como un mecanismo idóneo y eficiente de control de los gobernantes.
(*) Decano de Currículum UniNorte. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado” y “Cartas sobre el liberalismo”. Asesor de la Asoc. Paraguaya de Universidades Privadas.
vzpavon@yahoo.com