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Aduciendo querer detener el flujo de inmigrantes indocumentados de Guatemala, El Salvador y Honduras a la frontera sur de Estados Unidos, Trump anunció recientemente que cortará los más de US$ 450 millones en ayuda externa de Estados Unidos a esos países acosados por la violencia.
Trump adujo que los gobiernos de estos países “no han hecho nada” para evitar la migración a Estados Unidos. En rigor, gran parte de la ayuda estadounidense no va a dichos gobiernos, sino a organizaciones no gubernamentales que combaten la corrupción, la violencia y la desocupación.
“No estoy jugando”, dijo Trump el 29 de marzo, con los senadores de la Florida Marco Rubio y Rick Scott a su lado. “Ya no irá dinero para allí”.
Alarmados, más de 100 congresistas de Estados Unidos enviaron una carta al Secretario de Estado, Mike Pompeo, esta semana, pidiéndole al gobierno de Trump que reconsidere su decisión.
Recortar la ayuda a Centroamérica solo hará aumentar el flujo de migrantes indocumentados, dijeron. “Muchos programas que están demostrando tener resultados como la reducción de la violencia a nivel local, la ayuda a jóvenes para encontrar trabajo y la disminución de las tasas de malnutrición en zonas rurales, se verán obligados a cerrar sus puertas”, escribieron los legisladores.
Además, la decisión de Trump es inconstitucional, ya que solo el Congreso tiene la autoridad para aprobar la ayuda externa, dijeron los firmantes de la carta.
En los últimos dos años, la mayoría republicana en el Congreso ya había recortado la ayuda externa de Estados Unidos a los países centroamericanos del así llamado Triángulo del Norte, de US$ 750 millones en 2016 a US$ 527 millones en 2019. Ahora, Trump está recortando los fondos pendientes para la región para 2018 y 2019.
En Guatemala y Honduras, parte de la ayuda de Estados Unidos se destina a la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) y la Misión contra la Corrupción e Impunidad en Honduras (MACCIH). Ambos grupos han ayudado a capacitar a fiscales, investigadores y jueces.
Como lo señaló un informe reciente de la Oficina de Washington para América Latina (WOLA), un grupo independiente, la asistencia externa “debe ser parte de una estrategia a largo plazo para ayudar a resolver los problemas subyacentes que obligan a muchas familias y niños a abandonar sus comunidades”.
La decisión de Trump de cortar la ayuda a Centroamérica no solo es contraproducente porque exacerbará las causas de fondo de la migración a Estados Unidos, sino también porque hará aumentar la creciente influencia de China en la región.
China ya ha ganado terreno en América Central y el Caribe desde que asumió Trump. Panamá estableció relaciones diplomáticas con China en 2017, y desde entonces El Salvador y República Dominicana hicieron lo mismo. El presidente de China, Xi Jing Ping, visitó Panamá en diciembre, una visita que Trump aún no ha hecho.
No fue casual que el presidente electo de Panamá, Laurentino “Nito” Cortizo, dijo en una entrevista con la agencia Reuters que mientras Estados Unidos está descuidando a Centroamérica, “otro (China) está avanzando”.
¿Por qué Trump está haciendo algo tan contraproducente como cortar la ayuda a Centroamérica? Como tantas otras decisiones de su política exterior, tiene muy poco que ver con el interés nacional de Estados Unidos, y mucho con complacer a su base xenófoba y obsesionada con la inmigración.
Los demagogos populistas piensan en su conveniencia política, más que en sus países.
De manera que la próxima vez que escuchen a Trump decir que hay que frenar el flujo de indocumentados a la frontera —que, dicho sea de paso, sigue siendo más bajo que en el 2007, según cifras del Pew Research Center— díganle: “Señor Presidente, el que está empeorando las cosas es usted”.
Porque eso es, precisamente, lo que está haciendo Trump al cortar los fondos para los grupos no gubernamentales que ayudan a combatir la violencia, la corrupción y la desocupación, los principales problemas que causan la migración.