El riesgo de los biocombustibles

Los países ricos invierten cada día más recursos en el desarrollo de biocombustibles, en especial el biodiésel y el etanol. Los países pobres hacen lo mismo. Los gobiernos están subsidiando fuertemente estas aventuras.

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Si los planificadores se equivocan en sus predicciones, las pérdidas para las economías serán enormes, pero las consecuencias no serán las mismas para países ricos y pobres, dado que si bien los ricos pueden absorber estas pérdidas con poco esfuerzo, a los países pobres estos errores pueden arrastrarlos al estancamiento durante años.

Los criterios que se utilizan en el análisis de los biocombustibles no son económicos sino políticos. Tanto Bush como Lula consideran que el etanol es la poción mágica que solucionará todos los problemas, desde la independencia energética hasta el deterioro ambiental, el desempleo y la seguridad nacional. Pero ninguno considera el alto costo de los subsidios y el inmenso derroche que significará el programa de etanol y biodiésel si el precio de los combustibles fósiles se mantiene estable durante los próximos años, como podría ser el caso según algunos estudios.

Un nuevo informe del Consejo Nacional de Petróleo (NPC) concluye que existe suficiente petróleo en el mundo. El futuro de los combustibles fósiles es brillante. El verdadero problema son las políticas antienergías, antiindustriales y anticapitalistas de ecologistas y grupos de intereses que impiden la explotación en numerosos “sitios protegidos”, como las grandes reservas en Canadá. Los ecologistas que restringen la emisión de CO2 –gases de invernadero– promueven el uso de biocombustibles de alto costo en perjuicio de combustibles fósiles de menor costo.

El subsidio a los biocombustibles es una ruleta que apuesta que en el corto plazo los combustibles fósiles tendrán un alto costo. Pero si estudios como el NPC son acertados, las pérdidas que deberán enfrentar los países –los contribuyentes– serán enormes, como el fracasado programa Pro-Alcool en Brasil en los años setenta. ¿Por qué tantas empresas invierten en este campo si los riesgos son elevados? Porque el retorno del capital es alto gracias a los subsidios –que salen de los bolsillos de los contribuyentes–. Este retorno, sin embargo, tenderá a reducirse cuando aumente el número de empresas que invierten en el sector.

Los otros “beneficios” como la independencia energética son enteramente falsos. En EE.UU., para que el etanol reemplace a la nafta, toda la tierra agrícola del país debería dedicarse al cultivo de maíz para producción de etanol, más un 20%, como explican Jerry Taylor y Peter Van Doren del Cato. Pese a que la caña de azúcar produce ocho veces más azúcar que el maíz en países como Brasil donde su cultivo es eficiente, tampoco asegura la independencia energética. Pero todo el concepto está errado. Un país tiene mayor seguridad alimenticia, por ejemplo, cuanto más sean los mercados proveedores de alimentos que tenga en el mundo.

La idea de la seguridad nacional es más insensata aún. En EE.UU. algunos piensan que si el etanol reemplaza al petróleo, los países árabes tendrán menos fondos para financiar a los terroristas. Pero no se ha demostrado relación alguna entre el precio del petróleo y las actividades de grupos terroristas. El terrorismo se nutre más de fanáticos que de fondos. En cuanto a los “beneficios ecológicos”, el mayor consumo de etanol aumentará la emisión de gases de invernadero y la contaminación del aire, así como aumentará el precio de los alimentos.

Pero si en lugar de los gobiernos, los biocombustibles fuesen impulsados por las empresas privadas, el resultado sería muy diferente. Los empresarios evaluarían los riesgos en la evolución del precio del petróleo, los costos de la producción de etanol, el retorno del capital, y realizarían la inversión únicamente si la tasa de retorno fuera muy favorable en comparación a otras alternativas. Si el cálculo económico fue correcto tendrían ganancias, y si no, tendrían pérdidas. Pero en ningún caso el Estado asumiría los riesgos ni los contribuyentes pagarían los subsidios y derroches de una mala inversión.


pcristaldo@abc.com.py
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