El progresismo en Latinoamérica

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Hace pocas semanas, al asumir la Presidencia de El Salvador, Mauricio Funes centró su discurso en los desafíos nacionales y las propuestas para abordarlos. En uno de sus pasajes, sin embargo, se apartó de lo local para incursionar en las categorías y conceptos políticos, con estas palabras:  

"Renovación es tanto traer lo nuevo como hacer renacer valores eternos. Como son los valores del progresismo. Porque pueden haber fallado algunos modelos, mas los valores profundos del progresismo no murieron ni morirán jamás".

Quienes, a esas alturas del mensaje, aún ponían atención a sus palabras, quizá se preguntaron a qué se referiría el flamante Presidente con ese término de múltiples significados: progresismo.

¿Tendría en mente a los llamados "sectores progresistas" latinoamericanos que, en la década de los 70, se nutrían con una indigesta mezcla de marxismo y "teología de la liberación" y justificaban todos los desmanes del castrismo?   

Era posible suponerlo, dado que su partido, el Frente Farabundo de Liberación Nacional (FSLN), alguna vez formó parte de esa corriente, y en su peor versión: la armada.

En realidad, Funes andaba tras otros rumbos e intenciones: hacer manifiesta, como divisa de su orientación política, un ancla ideológica y conceptual con inspiración de "izquierda", pero apegada a corrientes modernas y responsables de la acción gubernamental.

De eso, en esencia, se trata el progresismo, una divisa y corriente que comenzó a adquirir visibilidad en Latinoamérica desde marzo pasado, cuando Santiago de Chile fue sede de la primera "Cumbre progresista" realizada en el hemisferio.

Allí, junto al vicepresidente de Estados Unidos, el presidente español y los primeros ministros británico y noruego, estuvieron los presidentes Lula da Silva, de Brasil; Tabaré Vázquez, de Uruguay; Cristina Fernández, de Argentina, y la anfitriona, Michelle Bachelet.

El encuentro formó parte de una iniciativa tomada hace diez años por los entonces gobernantes de Estados Unidos, Bill Clinton, y Gran Bretaña, Tony Blair, quienes en 1999 convocaron a su primera cumbre, en Florencia, con la presencia de varios jefes de Estado con orientaciones afines. A partir de entonces, se han realizado otras en Europa y Asia, pero nunca en Latinoamérica.

El progresismo, según el sociólogo Anthony Giddens, ex director de la London School of Economics y mentor de Blair, es una depuración de la llamada "tercera vía" en la política, la cual, a su vez, define como una "socialdemocracia modernizada".

Sus ideas, dice Giddens, "están movidas por la innovación política y la necesidad de reaccionar ante el cambio social".

Sus objetivos incluyen la disciplina fiscal, la inversión en capital humano y servicios públicos, la reforma de los mercados laborales, la reestructuración de los aparatos gubernamentales y "un enfoque multilateralista de la globalización y de las relaciones internacionales".

Aunque esta corriente no ha formado una "internacional" al estilo de la socialista, sí tiene un centro coordinador, que actúa como gestor de pensamiento y virtual secretaría: la organización británica Policy Network, constante generadora de ideas y propuestas.

Como objetivo y proceso, el progresismo contrasta con el acartonado socialismo tradicional, a la usanza europea, pero, sobre todo, con el populismo autoritario latinoamericano.

De aquí la ausencia, en la reunión de Santiago, de los presidentes Hugo Chávez, Rafael Correa o Evo Morales, y la presencia de aquellos que –salvo la peronista argentina– entienden, desde distintas modalidades de izquierda, que la realización de mayor justicia, equidad e integración sociales descansa sobre la libertad, la responsabilidad económica y la eficiencia del Estado y las empresas.

De aquí, también, el particular énfasis de Funes en el progresismo: era parte de su mensaje a los sectores más duros del FMLN, más orientados hacia Chávez que hacia Lula, y que no han superado los perniciosos esquematismos marxistas.

Si el nuevo presidente salvadoreño tendrá éxito en su intento de reformismo democrático es algo que está por verse. Pero su adhesión manifiesta al progresismo refleja el valor de esta corriente en el contexto latinoamericano. Vale la pena seguirle el rumbo.

[©FIRMAS PRESS]  

Eduardo Ulibarri, Analista político costarricense-cubano. Consultor en periodismo y profesor universitario.
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