El pez grande se come al chico

Alfredo L. Jaeggli (*) Cuántas veces escucho, mi querido lector, este sofisma en boca de ciertos políticos latinoamericanos.

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Creo que quienes así se expresan confunden la realidad terrestre con las aguas marinas. En el mar, es muy posible que esto sea verdadero, pero en la economía de un país las cosas son diferentes. La comunicación dice Chomsky es todo. Si lográramos comunicarnos los seres humanos a perfección, lograríamos inclusive que no hubieran más guerras.

Tanto es así que cuando se usa este sofisma para confundir o atemorizar, parecería que los efectos son devastadores y penetran como cuchillo caliente en la manteca.

Estos mismos sofistas, siguen diciendo: ‘‘Los que prestan plata son usureros’’, ‘‘Los peces grandes se comen a los chicos’’, ‘‘Los empresarios no pueden ser políticos porque solo buscan el lucro’’. Fieles a Maquiavelo no les importan los medios con tal de lograr el fin.

En economía se necesita del pez grande, especialmente en nuestro país, en donde por culpa del dirigismo estatista y de los vicios del electoralismo se subvenciona todo lo que es pobre, pequeño y popular.
¿Cuánta tierra se repartió en 50 años, en dimensiones que son improductivas?; ¿cuánto se exoneró de impuestos a muchos, por ser pobres?; ¿cuánto de malsano se registra en programas ‘‘sociales’’ que jamás beneficiaron a los más necesitados?

Gran parte de todos nuestros males provienen de este refrán ‘‘el pez grande se come al pez chico’’, y en consecuencia el Estado debe meter su mano en todo, para ‘‘defender’’ al chico.

Así se justifica cualquier cosa.

Pero la realidad es otra, muy diferente a esta. En economía el pez grande no se come al chico, sino que lo emplea, le da trabajo, y al mismo tiempo hace bajar el precio del producto que vende, beneficiando a miles de compradores.

Se imagina usted lo que hubiera sido de la Ford si se hubiese quedado en ‘‘pez chico’’, y que en vez de armar la cadena de montaje para fabricar en serie y abaratar el precio de los autos a menos de la cuarta parte? Jamás se hubiera llegado a los miles de ciudadanos que hoy tienen un auto propio.

En nuestro país hay pocos peces grandes. Ellos soportan todo el rigor de las leyes impositivas y laborales. Ellos sí tienen que pagar sus impuestos y son mirados con asco por muchos, por el ‘‘delito’’ de ser grandes y ricos.

Que se entienda de una vez que la producción de riqueza no se realiza sacando a unos para llevar a otros, que la riqueza se crea como se elabora una torta con muchos ingredientes y habilidad. ¡Cuantas más tortas haya, más riqueza se podrá distribuir, y más peces chicos tendrán trabajo!

Que vengan, pues, los peces grandes. Ellos no nos comerán a nosotros. ¡Se comerán la pobreza y el atraso!


(*) Ex senador de la nación

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