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Nuestro Chaco, que representa algo más del 50% de la geografía nacional, tiene o tenía una característica muy especial: una inmensa planicie con grandes áreas boscosas, donde durante casi todo el año sopla un viento norte muy fuerte y cálido que viene de entre macizos montañosos bolivianos. La gran fuerza de este viento es contenida por los bosques que, de esa manera, impiden que se lleve la humedad del suelo.
Cuando se realizó la investigación del agua subterránea de la Región Occidental entre los años 1977 y 1989, ordenada por el Ministerio de Defensa Nacional, con la asistencia técnica del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), los geólogos de esta organización ya nos hacían ver comienzos de desertización en las áreas agrícolas menonitas. Se podía notar claramente el comienzo de la formación de dunas (la arena fina a muy fina del Chaco, prácticamente seca y sin materia orgánica), que se movían a impulso del viento.
Hoy, la situación es dramática. La devastación de inmensas áreas de bosque, transformadas en pasturas artificiales para el desarrollo ganadero, puede llegar a producir un cambio climático en la región y llevar esas tierras a la desertización. En estos momentos es imposible predecir “esto va a comenzar aquí y terminar allá, en tal o cual fecha”, pero lo único cierto es que se está corriendo el tremendo riesgo de modificar drásticamente las condiciones ambientales de la región que hasta podría decirse que estamos yendo hacia una catástrofe. Esto es muy posible porque se trata de una región de clima lábil (muy frágil), con valores muy bajos y casi imposible de predecir de precipitaciones pluviales.
Esta posibilidad la hemos conversado con algunos menonitas, agricultores y ganaderos y ellos lo consideran improbable porque sostienen que la feracidad del suelo chaqueño es tan grande que al desmontar un suelo, de inmediato vuelve a surgir, con toda fuerza, la vegetación original. Lógicamente, cada uno tiene su opinión, pero no podemos subestimar la forma de actuar de la gente que hoy echa los montes; dos enormes tractores que tiran de una pesada cadena, barren el monte para después prenderles fuego. Ahí no queda nada. Muere toda la fauna y flora y la capa de materia orgánica del suelo (mantillo) simplemente desaparecen. Y a esto se le agrega la fuerza del viento cálido que se lleva la humedad del suelo y los siempre probables periodos de gran sequía que pueden durar meses.
En el Chaco, en nuestra opinión, estamos corriendo un gran riesgo.
horaciososa1923@gmail.com