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Cómo no sentir una profunda alegría cuando sabemos que el Pastor de la Iglesia universal tiene al Paraguay en su corazón, habiendo expresado en varias ocasiones su admiración por nuestro pueblo y, sobre todo, por la mujer paraguaya.
El papa Francisco, consecuente con su pensamiento y con sus sentimientos, incluye al Paraguay en su visita apostólica y misionera a América Latina, para confirmarnos en la fe y alentarnos, como Iglesia y como país, a trabajar por una sociedad más equitativa, solidaria y fraterna, teniendo como guía la dignidad y la felicidad de cada uno de los que habitan el suelo patrio.
Así también, el Santo Padre, coherente con su visión de Iglesia expresada en la Evengelii Gaudium, sale a las periferias para anunciar el amor y la misericordia de Dios, que tiene predilección por los pequeños, por los más humildes, por los últimos.
Desde que inició su ministerio petrino, el papa Bergoglio ha privilegiado en sus visitas apostólicas los países de las periferias geográficas e, incluso, de las periferias en la fe católica, como ha sido su reciente viaje a Sri Lanka, en el Asia.
Bolivia, Ecuador, Paraguay, en América del Sur son países pequeños. A estas naciones decidió visitar el Santo Padre en su próximo viaje misionero.
El papa Francisco viene sobre todo como Pastor que tiene el mandato del Señor de apacentar las ovejas. Su viaje tiene un carácter eminentemente misionero, es decir, él viene a anunciar a Jesucristo, a predicar la Buena Noticia de la salvación a nuestro pueblo que, si bien es eminentemente católico, necesita de una profunda conversión para que los valores del Reino de Dios permeen y transformen su visión, sus actitudes y sus prácticas.
Recordemos cómo la histórica visita de Juan Pablo II al Paraguay en 1988 posibilitó e impulsó cambios profundos en la Iglesia y en la sociedad. En esa oportunidad, la juventud de nuestro país mostró su vitalidad y su compromiso con la Iglesia y nació la generación de los servidores, cuya labor y presencia en la vida eclesial siguen hasta nuestros días. Así también, en el plano social y político, la visita misionera de san Juan Pablo II dejó huellas profundas y un impacto que luego se tradujo en el inicio de la transición democrática.
El papa Francisco conoce y siente una gran simpatía por el Paraguay. Así también, nosotros conocemos su pensamiento y lo que él quiere y espera de la Iglesia. En este sentido, podemos pensar que en esta visita apostólica el Santo Padre subraye los contenidos esenciales de su propuesta expresada en la Evangelii Gaudium.
Para el Sumo Pontífice es impostergable una renovación eclesial. Lo expresa claramente: “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que… toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación… La reforma de estructuras que exige la conversión pastoral solo puede entenderse en este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras…” (EG, 27).
Así también, el papa Francisco quiere una Iglesia que sea madre misericordiosa, que sale al encuentro de los hombres y de las mujeres de nuestro tiempo y, a ejemplo del buen samaritano, cure las heridas de los que están golpeados, heridos, afligidos por el dolor y la marginación.
La visita del Santo Padre se constituirá, sin dudas, en una oportunidad y en un tiempo de gracia para la Iglesia en el Paraguay. Debemos prepararnos para recibirlo con los brazos abiertos y con el corazón predispuesto a escuchar sus enseñanzas y aprender de sus gestos y actitudes; para asumir su sueño de una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que el Señor Jesucristo reine en nuestros pechos y en nuestros hogares… porque “a Dios queremos los paraguayos”. Y como dice la canción: “Gracias, Su Santidad, por incluir Paraguay en su gira pastoral”.
* Obispo castrense y secretario general de la CEP